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Actualizado: 27 de junio de 2025


Guardó silencio, como si se gozase en la estupefacción de Maltrana, y luego continuó, con una sonrisa doctoral: En los tiempos coloniales, cuando la vieja España nos tenía como niños en la escuela, y aun mucho después, en la época de nuestras revueltas, dos y dos jamás fueron cuatro. No había quien sumase, quien pusiese los dos números uno sobre el otro.

A lo más que se atrevían era a comentar las desavenencias entre los señores canónigos, a llevar la lista de los que se saludaban en el coro o se miraban entre versículo y antífona como perros rabiosos próximos a morderse, o a hablar con asombro de cierta polémica que el Doctoral y el Obrero sostenían en los papeles católicos de Madrid, durante tres años, sobre si el Diluvio fue universal o parcial, contestándose los artículos con cuatro meses de plazo.

¡Qué ha de tener! dijo el señor López el bolsista con expresión doctoral . Cuando a Fernando VII lo trajeron a los Silos, declaró que esto era el balcón de España. Pues figúrese usted añadió doña Manuela, que enrojecía de satisfacción con estos elogios que alcanzaban a su casa . Si los Silos son el balcón de España, ¿qué será Villa-Conchita, que está más alta que ellos?

Procede de la noble España, que nos debe á nosotros lo mejor que tiene: el culto del honor, el espíritu caballeresco. El español quiso protestar, pero el sabio no le dejó, añadiendo con tono doctoral: Ustedes eran celtas miserables, sumidos en la vileza de una raza inferior y mestizados por el latinismo de Roma, lo que hacía aún más triste su situación.

Luego rió viendo cómo corría, con una agilidad de insecto saltador, de tejado en tejado, agitando sus velos como las alas de una mariposa blanca, bordeando el abismo de los profundos patios, para llegar hasta la mujercita de birrete doctoral que le aguardaba llevándose ambas manos al pecho, henchido de emoción.

D. Francisco Javier Lizana, nació en Arnedo, Obispado de Calahorra, estudió gramática y filosofía con los jesuitas de Calatayud, jurisprudencia civil y canónica en la antigua Universidad de Oñate y en la no menos antigua de Zaragoza donde recibió los grados de Licenciado y de Doctor y el claustro le nombró Presidente de la numerosísima Academia de dicha facultad: fue Doctoral de Sigüenza, Penitenciario de Zamora, Gobernador de esta Mitra, Obispo Auxiliar del Arzobispado de Toledo, y después por nombramiento del Rey D. Cárlos IV, Obispo de Teruel en cuya ciudad hizo su entrada el cuatro de Diciembre de 1799; el mismo día, esplicó su celo por el decoro del Templo y dio orden de hacer colgaduras de terciopelo carmesí y galones de oro para el Presbiterio y de damasco para las columnas, colocándose todo a sus espensas: al día siguiente manifestó su misericordia y beneficencia, llevando la primera atención de sus visitas los pobres enfermos y encarcelados a quienes socorrió con largueza y con saludables exhortaciones que repetía casi todas las semanas, atrayendo con su ejemplo a muchos de los sacerdotes que le ayudaban en estas laudables tareas: manifestó mucho celo por las Iglesias de su Obispado, formó una Congregación de ministros del Señor para predicar al pueblo en la Iglesia del Seminario y sus oficinas fueron notables por la diligencia y acierto con que eran despachados cuantos asuntos afluían a ellas: en 1802 fue promovido al Arzobispado de Méjico, sintiéndose mucho en la provincia la ausencia de tan ilustrado y laborioso Prelado.

Julio parecía impresionado por estas afirmaciones, formuladas con una seguridad doctoral. Casi se irritó contra el incrédulo Argensola, que seguía mirando al profesor insolentemente y repetía con los ojos: «Está loco: loco de orgulloAquel hombre debía tener serios motivos para formular tales profecías de desgracia.

Evidentemente, un simple oficial de fortuna no debía pesar en la balanza al lado de un personaje de la importancia del señor de Candore, noble, rico e influyente. Un poco farsante dijo el incorregible empleado. Pero el corazón de las mujeres es un abismo insondable dijo el primer dependiente con aire doctoral, Josefina prefirió Bonaparte a Barras. Y no anduvo descaminada. ¡Silencio!

La marquesa dio entonces el primer paso, diciendo con intención marcadísima: ... Parece que Biarritz es el teatro escogido para las negociaciones diplomáticas. Hízose Jacobo el sueco y contestó con tono doctoral de hombre político: Dudosas se presentan... No creo que cuaje ninguna... ¿Ninguna? preguntó riendo la marquesa . ¿Ni tampoco las mías?

Palabra del Dia

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