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Dobló su chaqueta sobre la popa y puso entre los pliegues á los dos pigmeos. Luego siguió remando, de pie y con la vista fija en la línea de escollos, para enfilar á tiempo los callejones de espuma hirviente abiertos en ella. El bote se levantó sobre las olas y volvió á caer, tocando varias veces con su quilla los obstáculos invisibles.

D. Pantaleón sacó otro compás, parecido al cartabón de los zapateros, y con las manos trémulas le dobló el dedo medio y se lo midió. Mientras tanto Moreno inclinaba su rostro pálido haciendo esfuerzos para averiguar el número de milímetros. Cuando Sánchez lo leyó en voz alta, dio un salto y emprendió una carrera vertiginosa al través de los campos.

Su pan se lo pasaba á la mula, dándole además generosamente los piensos guardados en un saco sobre las ancas del animal. Podía comerlos todos: lo importante era que continuase marchando.... Pero una mañana, en mitad de la jornada, cuando Ovejero se creía cerca de la tumba, el animal dobló sus patas y acabó por tenderse en el suelo.

Y se dirigió hacia la verja; pero cuando iba a cerrarla alguien lo hizo seña de que la dejara abierta; era el marqués que venía de la estación. Cruzaron un saludo. Calvat dobló la esquina de la calle inmediata y Pierrepont entró en la quinta.

Y diciendo esto, dobló con ansia la esquina de la calle de San Bernardino, donde él mismo había puesto el cadáver del sargento mayor. Apenas salió el duque de Lerma por la puerta principal, cuando doña Ana, aterrada aún, se fué á buscar al cocinero mayor, que se había quedado dentro de la casa.

Así fue; le dio tan fuerte y repentino calambre en la pierna derecha al pobre vizconde, que tuvo que saltar del cuadro... Y con tanta torpeza lo hizo, que con todo su peso le pisó un pie a doña Brianda... ¡Grosero! exclamó ésta, sin poder contener su dolor. Para tranquilizarla, dobló Guy la rodilla en tierra y le suplicó: «Pardón, madame

Abrió la boquita... dos muecas, con los ojos entelados, y dobló el cuello.... Lo mismo que un pajarillo... lo mismo. Y lloraba, repitiendo tenazmente la semejanza entre su hijo y los pájaros que caían en invierno muertos de frío. El campanero miraba sombríamente a Gabriel. que lo sabes todo: ¿verdad que ha muerto de hambre?

; orar por mi alma respondió Dorotea. Y juntó las manos, las cruzó y dobló la cabeza sobre el pecho. En aquel momento resonaron voces en la calle y luego el choque de espadas. Don Juan sintió un terror vago y se abalanzó á Dorotea y la levantó en sus brazos. La joven se abandonó en los brazos de don Juan y le sonrió de una manera embriagadora. ¡Oh! ¡no me olvidarás! exclamó.

«El Romero y el Clavel torcieron de repente; el landó se dobló sin ruido, nos sacudió un poco, dejamos la carretera de Santianes y las ruedas rebotaron sobre la grava nueva de la carretera estrecha del Vivero; los sauces, como una lluvia de yerba suspendida en el aire, nos hacían cosquillas con las puntas de sus ramas, flotando sobre la frente como cabello movido por el viento.

Pero no mató. Se acercó a la portería y preguntó... por el señor obispo de Nauplia, que estaba de paso en Vetusta. Ha salido le dijeron. Y don Fermín sin ver lo que hacía, dobló una tarjeta y la dejó al portero. Y volvió a su casa. Se encerró en el despacho. Dijo que no estaba para nadie y se paseó por la estrecha habitación como por una jaula. Se sentó, escribió dos pliegos.