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Es loable la corrección en los modales y la medida en las palabras; pero exageradas producen la frialdad tediosa que nuestros diplomáticos observan en los salones extranjeros. Clementina exageraba un poco su afición a las palabras y a los gestos flamencos.

Si en los tiempos de la feudalidad y del Imperio germánico Aquisgram fué la ciudad de la consagracion de los emperadores, y tuvo tan alto rango como ciudad-libre imperial, lugar de reunion de sínodos y dietas, en los tiempos modernos lo ha sido tambien de congresos diplomáticos que han ejercido considerable influencia sobre las modificaciones del derecho público europeo.

El 30 de Septiembre del citado año de 1614 el cabildo de la ciudad vióse sorprendido con una comunicación en la cual se le ponía en conocimiento que acababan de llegar en las flotas los representantes diplomáticos del rey de Vojú, que se dirijían á Sevilla á ofrecer una carta al Municipio, siguiendo luego su viaje para la corte y para Roma, donde tenian el propósito de visitar al pontífice Pío XI.

¡Y usted se atribuye la invención! dijo con sorna Malespina . Pero, hombre de Dios, si los asturianos fueron los primeros que en tal cosa pensaron, y desde el 30 de mayo salieron de Gijón mis queridísimos amigos D. Andrés Ángel de la Vega y el vizconde de Matarrosa, hijo del conde de Toreno... ¡Bah, bah!... Estos diplomáticos han perdido la chaveta.

¡Qué no! mire usted aquel tipo que está allí, aquel narigón. Ha sido vendedor de trapos toda su vida; se dio importancia, se hizo amigo de algunos diplomáticos, y al poco tiempo la mujer le puso un moño en la boutonniére y ahí lo tienen ustedes. ¡Vean con qué garbo muestra su escarapela! Y cómo goza Montifiori con esas cosas... ¿eh?

Butrón, sin embargo, no cayó en la cuenta, y con el majestuoso continente que las circunstancias requerían, arrastró con suavidad a Currita al próximo gabinete. Sudaba como un pato, y la camisa no le llegaba al cuerpo, temiendo alguna nueva trapisonda de la ilustre condesa, que viniera a desacreditar sus manejos diplomáticos.

Y como no hay cancilleres ni diplomáticos en esta guerra, oculta entre cuatro paredes, es ella insoluble, mientras uno de los contendientes no se rinda a discreción. Corresponde a la mujer rendirse, con razón y todo. No es voto sospechoso el voto de una mujer. El amor propio, la terquedad, el hincapié, la persistencia testaruda, son condiciones que no favorecen a nuestro sexo.

Los embajadores y diplomáticos besan su mano al entrar. Esta costumbre, tan arraigada en los altos círculos sociales europeos, es objeto de controversia entre el elemento argentino que circula por los pasillos. Yo no me atrevo a dar una opinión definitiva sobre este punto. Me parece, sin embargo, que no arraigará entre nosotros esta forma de rendir homenaje a la mujer.

¿Y por qué no ha hablado usted, que es hijo de francés? dijo el otro. Yo soy ciudadano argentino contestó Julio. Y se alejó del joyero, mientras éste, pensando que «podía haber hablado», daba explicaciones á los que le rodeaban. Era muy peligroso mezclarse en asuntos diplomáticos.

Coleccionaba sellos diplomáticos, bordaba en tapicería, tocaba desastrosamente la flauta y pronunciaba las erres de esa manera gutural y arrastrada, propia de los parisienses, que imitan en España algunos afrancesados elegantes, y es defecto natural en otros muchos, para quienes se inventó aquello de: «El perro de San Roque no tiene rabo, porque Ramón Ramírez se lo ha robado».