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Actualizado: 9 de julio de 2025
Y como Juan, al darle las gracias, le devolviese las flores que le había tomado para aliviarla, ella arrancó del ramo unas rosas, que le entregó, agregando: Tome usted para su boutonnière, y ahora apresúrese, que la campana de la comida sonará dentro de media hora.
¡Qué no! mire usted aquel tipo que está allí, aquel narigón. Ha sido vendedor de trapos toda su vida; se dio importancia, se hizo amigo de algunos diplomáticos, y al poco tiempo la mujer le puso un moño en la boutonniére y ahí lo tienen ustedes. ¡Vean con qué garbo muestra su escarapela! Y cómo goza Montifiori con esas cosas... ¿eh?
Guardo estas flores porque tienen para mí el mérito de venir de sus manos; pero yo no sabría llevarlas con gracia en mi boutonnière, como sus elegantes amigos; estaría ridículo. ¿Por qué? interrogó María Teresa simulando no comprender. Son ideas que usted se hace; déjeme colocarle las flores...
Entonces, tomando Currita el bouquet que tenía Martínez delante, tuvo la exquisita galantería de ponérselo ella misma en el ojal, repitiendo la acostumbrada frase de las floristas parisienses: Monsieur... Fleurissez votre boutonnière...
Palabra del Dia
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