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Actualizado: 30 de abril de 2025
El había escrito al rey de España y á sus amigos influyentes de París; hasta había enviado cartas á Alemania por mediación de personajes diplomáticos. Lo encontrarían de un momento á otro; él conseguiría que volviese al lado de su madre. ¿Por qué iba á estorbar el pobre mozo el porvenir de los dos?
Tengo buenos amigos en París, hombres políticos, diplomáticos; les escribiré á todos... Y en último término, si no queda otro recurso, buscaré por medio de un gobierno neutral hacer llegar una carta á Guillermo II. Tal vez me atienda: debe acordarse de mí, de su visita á mi buque... Ahora fué ella la que oprimió sus manos.
No hay tal cosa, chiquillo desvergonzado. La señorita Inés es hija de una dama extranjera que ya no existe y que floreció hace quince años en la Corte, dando que hablar por sus amores con un célebre caballero de esta ilustre familia. ¿Sabes quién es el padre de D.ª Inés? Pues no es otro que ese espejo de los diplomáticos, ese discretísimo hermano de la Sra.
Entró en esto Adolfo, que venía del Jockey-Club, donde con harto sentimiento de sus padres perdía tiempo y dinero jugando al Pocker con los ratones agregados á la Embajada alemana. El roce continuo con estos diplomáticos le había engreído y extranjerizado, y no tenía otros tópicos de conversación que el Polo y el Lawn-Tennis.
Fué tal su impresión, que olvidó por algún tiempo el motivo que le había arrastrado hasta allí... ¡Si los que provocan la guerra desde los gabinetes diplomáticos ó las mesas de un Estado Mayor pudiesen contemplarla, no en los campos de batalla, con el entusiasmo que perturba los sentidos, sino en frío, tal como se aprecia en hospitales y cementerios por los restos que deja tras de su paso!... El joven vió en su imaginación el globo terráqueo como un buque enorme que navegaba por la inmensidad.
Cuando llegamos arriba y entramos, no sin trabajo, en la tribuna, la pobre muchacha mostraba en sus asombrados ojos y en el encendido color de sus mejillas, la viva emoción que espectáculo tan nuevo para ella le produjera. Al abarcar con la vista la iglesia-salón, observé la tribuna de señoras, la de diplomáticos, y no vi a las dos muchachas ni a lord Gray.
Usted entrará en la de los diplomáticos, que está mano a mano con la de señoras. Corra usted, adiós. Dejome lord Gray en las garras de doña Flora, la cual continuó así: El pobre D. Paco se defendió hasta que no pudo más. ¡Pobre señor! No tuvo más remedio que bajar la cabeza ante el número y llevarlas a las Cortes.
Si Rosa hubiera tenido algunas nociones de coquetería, no la hubiera engañado aquel señorito con su cara seria y sus modales diplomáticos: muy pronto advertiría que le temblaban las manos cuando iba a entregarle algún objeto, y se le escapaban de los ojos miradas relampagueantes y codiciosas.
Cada café es un club de centenares de grupos, que entra en actividad desde las siete ú ocho de la noche. En cuanto á los hombres, con excepcion de los ministros, los diplomáticos, los rezanderos y los duques, todos los de buena sociedad se reunen allí.
¡Qué alboroto más necio! exclamó el tío Frasquito al verle. Y queriendo atenuar lo ridículo de la escena, no dándole importancia alguna, añadió en seguida: ¿Qué sellos son estos?... No los conozco... El tío Frasquito coleccionaba sellos diplomáticos, según ya dijimos, y tenía un álbum de curiosos ejemplares que compraba a precios muy subidos.
Palabra del Dia
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