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Actualizado: 7 de octubre de 2025
Habiéndose mostrado Amaury más galante que nunca y más delicadamente afectuoso con Antoñita, renovando sus apartes con más frecuencia que otras veces y prolongándolos como nunca, el conde, que aunque parecía absorto en el juego, lo veía todo, acercose a Antoñita al despedirse y le dijo después de besarla en la frente: Oiga, usted, hipocritilla: ¿Por qué tenía tan callado que Amaury, el inconsolable disfrazado de hermano, procedía como novio tratando de pasar por tutor para mejor cortejar a su pupila? ¡Qué diantre!
Y cada «ta», por el tono con que don Alvaro lo suelta, parece un centón de blasfemia y una letanía de maldiciones. Doña Inés suele acudir entonces, y dice: ¿Por qué chillas tanto, diantre de hombre? Lo que tú padeces nada vale en comparación de la hiel y vinagre que dieron a Cristo. ¿Piensas tú que chilló nunca Job en el muladar tanto como tú chillas ahora? ¡Sufre y ganarás el cielo!
¡Qué diantre! que hagan lo que usted ha hecho, que se quemen las cejas estudiando y se queden calvos como yo me he quedado poniéndome párrafos enteros en la memoria... Y yo creo que si usted habla el español es porque lo habrá aprendido; ¡usted no es de Manila ni es hijo de padres españoles!
Sean Vds. felices ¡qué diantre! ya era tiempo, porque los dos se estaban muriendo por no querer confesarlo. Acérquese Vd., Pablo, a su amada, y dígale que es Vd. el hombre más feliz de la tierra: aparte Vd. esas manos, hermosa Carmen, y deje a este muchacho que lea en esos lindos ojos todo el amor que Vd. le tiene; y que el juez y el señor cura se den prisa por concluir este asunto.
En otra estacion, al notar que renovaban el agua en las calderas de la locomotiva, un paisano mazorral observó: Diantre! hasta la máquina bebe, miéntras que yo estoy á seco! Ella bebe á la salud de la compañía, dijo un chusco, aludiendo á los viajeros del tren. Y cada cual agregaba una tosca chanzoneta ó un retruécano del mas rústico ingenio.
Creo que sí; todo el mundo posee en el pecho una víscera de ese nombre. ¿Se le conocen sentimientos generosos?... Diablo, diablo... Eso no lo sé; lo supongo... ¿Ha sido bueno con su familia?... ¿Es humano con sus obreros? ¿Se ocupa de ellos?... ¿Cómo diantre quiere usted que yo lo sepa?
Saltemos ahora de la llamada civilización oriental á la occidental, que, según Draper, también hemos destruido. Esta civilización, que Draper afirma que era superior á la civilización española del siglo XV, es la americana precolombina. Imposible parece que se diga de buena fe tamaño disparate. ¡Qué diantre de civilización había en América antes de su descubrimiento!
Y, refunfuñando de impaciencia, tomó el montón de cartas que se había quedado hasta entonces en la mesa de noche sin que él le hiciera caso. Eran ofertas de vino, el anuncio de un nacimiento en casa de Cohn, ¡un pobre ciego con un hijo recién nacido! y de repente se estremeció, mientras una sonrisa aparecía de nuevo en su rostro. ¡Diantre! No me esperaba esto murmuró con satisfacción.
Hizo venir á Román Rouet y le interrogó detenidamente acerca de todos los perros grises que existían en el país. Un gran animal capaz de estrangular á Stop, decía el guarda, no, mi ama; no le conozco ni gris, ni negro, ni rojo. ¡Ah! Diantre! ¡qué desgracia no haber estado yo allí! ¡No correría por los caminos á estas horas! Pero, en fin; ¿usted no supone á quién podría pertenecer?
Vaya por Dios... vaya por Dios... Es usted el diantre, señorito... Pase ahora adelante... Siéntese y cúbrase; siéntese y cúbrase; siéntese y cúbrase... La estancia en que penetró era la más original que en su vida había visto.
Palabra del Dia
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