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Actualizado: 7 de octubre de 2025


Si quisieras acompañarme... ¡Diantre con el niño, y si supiera él qué buenas noticias le traigo, cómo se apresuraría a venir a mi encuentro! ¿Qué noticias, Sr. D. Francisco? ¿Se pueden saber? pregunté, disponiéndome a acompañar al ayo por el campo de batalla. ¡Noticias estupendas y que le harán saltar de gozo!

Ni mis cortas luces ni la brevedad que debe tener este artículo consentirían, pongamos por caso, que yo impugnara aquí las doctrinas de Schopenhauer en el libro ya publicado y cuyo título es Sobre la voluntad en la naturaleza. ¿Pero no me sería lícito recelar, no sólo la falsedad de la doctrina, sino lo huero o vacío que en ella puede notarse, fundándose en puro juego de palabras y en llamar las cosas o sus cualidades con nombres que no han tenido jamás, en castellano al menos? ¿Qué diantre de voluntad es esa que se ignora a misma y que ignora lo que quiere y que produce, sin embargo, el universo y las leyes matemáticas, físicas y morales que, sin duda, le gobiernan? ¿Cómo de esa voluntad sin conciencia nace la conciencia? ¿Cómo nace la inteligencia de lo que no entiende? ¿Por muchas vueltas que se a un objeto, brotará en él algo que no esté en germen en él y que no traiga además de fuera de él la sustancia y la fuerza y la ley que para el desenvolvimiento del germen se requieren?

Cerró cuidadosamente la puerta que teníamos apenas entreabierta, y pasando por el interior de la casa llegamos a la puertecilla de atrás, junto a la cual estaban los caballos. En torno del pabellón había un camino destinado a los coches. ¿Tiene usted a mano el revólver? preguntó Sarto. No, quiero caer sobre ellos espada en mano repliqué. ¡Diantre!

Descargó un porrazo con el vaso en la mesa, y añadió sentenciosamente: Son una calamidad las mujeres de los pueblos.... Hechas de alfeñique.... Le aseguro a usted que tiene una debilidad, y una tendencia a las convulsiones y a los síncopes, que.... ¡Melindres, diantre! ¡Melindres a que las acostumbran desde pequeñas! Pegó otro trompis y se levantó, dejando solo en el comedor a Julián.

Desengáñese usted: sin Primitivo no me arreglo yo allí.... Haga usted la prueba, sólo por gusto, de aquillotrarme algunas cosas de las que Primitivo maneja durmiendo.... Además, crea usted lo que le digo, que es como el Evangelio: si echa usted a Primitivo por la puerta, se nos entrará por la ventana. ¡Diantre! ¡Si sabré yo quién es Primitivo! Julián balbució: ¿Y... de lo demás...?

Ha resistido usted á las autoridades de su país con un aplomo admirable. ¡Está usted fuera de la ley, amigo! ¡Pardiez! Bien ha visto usted que aquel diantre de sargento quiso matarme. Una de sus balas se llevó mi gorra y si da dos milímetros más abajo se lleva la cabeza. ¡Pero usted no le ha errado ni ha tardado en echarle al agua!

Este arrojó el arma y se acercó a Alberto, quien a su vez acercose a Felipe, el cual aún conservaba la pistola descargada en la mano. ¡Diantre, señor de Auvray, deme usted pronto esa arma! exclamó el procurador. Existe una ley contra los desafíos.

Voy á dar algunos detalles sobre dos caractéres singularísimos de la sociedad francesa, caractéres reflejados en dos palabras; pardon y merci; perdon y gracias. Esto nos ha acontecido varias veces, y mi mujer, al oir pardon, monsieur ó madame, me preguntaba: ¿qué dice? Nos pide perdon, respondia yo á mi mujer. ¿Qué diantre de tantos perdones?

¿Y qué diantre de carnerada es esa? preguntó Pedro Lobo riendo, aunque preocupado y un tanto cuanto con la risa del conejo. La carnerada contestó Madame Duval , es un raro arte de esgrima que los negros aprenden y ejercen. Como tienen la cabeza más dura que hierro, hacen de ella un arma y llegan a dar topetadas feroces y a veces mortales.

¡Diantre! ¿Y de dónde lo has sacado? Un joven farmacéutico, del que había recibido lecciones de baile, y al que había trastornado la cabeza, le había hecho una vez ese encantador regalo... ¿Y te ibas a beber eso, perra?

Palabra del Dia

mármor

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