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Jacobo había roto completamente con la sociedad en que Diana Grey era una de las estrellas; pero temiendo, sin razón, herir la susceptibilidad de Maurescamp, si rehusaba la invitación de su querida, aceptó. Diana Grey colocó al señor de Lerne a su derecha, y desde el principio del almuerzo, ocupose de él de una manera muy marcada.

¡, , sólo la envidia impulsaba a Diana, la envidia! Esto explicaba las palabras que había pronunciado y la causa de su veneno. Diana quería hacerle creer que la preferencia marcada de Huberto, la dejaba profundamente indiferente. En realidad, sentía despecho... ¡Cuánta mezquindad en esta manera de proceder! ¡Y decir que Diana, su prima, su amiga, no vacilaba en ser cruel con ella!...

Una racha viviente, un huracán femenino que apareció en la puerta, acabó de despejarla del todo; entró Isabel Mazacán, con su paso de Diana cazadora, alta la cabeza, altiva la mirada; demasiado señoril para cocotte demasiado desvergonzada para gran dama. Besó a la duquesa, quitóse un guante, bebió dos sorbos de ...

Leímos al mismo tiempo los dos Rob Roy, Ivanhoe y Quintín Durward, y hablamos mucho de los personajes de las novelas del gran escritor. Yo encontraba a la hija del capitán cierto parecido con Diana Vernon, aunque Ana Sandow era más melancólica que la heroína de Walter Scott. Ana vivía a merced de los caprichos de su padre, viejo loco y egoísta, que no la dejaba hablar con nadie.

Estaba cansado de andar sin objeto y sin rumbo, cuando se me acercó un marinero de buenas trazas, hombre afable, que se puso a hablar conmigo. En aquella época, el puerto de Brest se cerraba al anochecer, por medio de una enorme cadena de hierro tendida de una orilla a otra, y se abría al estampido de un cañonazo, a la hora de la diana.

¿Estáis ebria, Diana? dijo Maurescamp poniéndose muy encendido . Estáis ebria, y os olvidáis de quien habláis. ¿Porque hablo de vuestra mujer? ¿Pues no me habláis vos también de ella, querido amigo? Me habéis dicho que era un hielo... ¡Un hielo! ¡Ah, qué bueno! ¿y habéis creído eso? ¡pobre ángel!

Entonces Diana se aproximó a ella, pasó un brazo alrededor de su cintura, y miró, a su vez, hacia afuera. ¿De qué lado debe venir el hermoso Martholl? ¡Pero si es probable que no venga! murmuró María Teresa, descontenta de haberse traicionado ella misma, por su impaciencia de ver a Huberto.

Alza la frente que abatió la pena; Sacude el huracán de tu melena; Llene el viento el clangor de tus rugidos... Despierta, hermosa leona castellana, Que tus huestes tocando están a diana, Con los aceros hacia a rendidos.

Creo que unos quince días. ¡Oh! no es mucho; habrá que decidirlo a pasar toda la estación; hay tan pocos flirts interesantes... Ya verá usted qué chic es dijo Diana. Pero, ahí viene con Platel: puede empezar a contemplarlo. Hacia el extremo de la larga avenida, dos jóvenes avanzaban.

"Dice el cuento que en tiempo del infante don Fernando, que ganó a Antequera..." Historia del Abencerraje, Bibl. Aut. Esp., III, 507 a. "En tiempo del valeroso infante don Fernando, que después fué rey de Aragón..." Diana, de Montemayor, Nueva Bibl. Aut. Esp., 306 a. La caída de los Abencerrajes. Abindarráez refiérela brevemente en la nota 61 y siguientes.