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Actualizado: 2 de junio de 2025
A cada momento las hay. ¡Hombre, me dejas sorprendido! ¿Y a beneficio de quién eran éstas? ¡Cómo a beneficio?... Sí; ¿a beneficio de qué cura se daba la función esta tarde? Godofredo hizo un gesto de resignación y no contestó. Adolfo gozaba extremadamente en embromar y hasta escandalizar a aquel pobre muchacho, fervoroso creyente y dado a las devociones piadosas. Godofredo Llot era de Alicante.
Aunque en sus devociones considerase á la religión como á la sola fuente, digna de inspirarlo, en otros momentos en que lo ocuparon objetos menos elevados, no se opuso á escribir de otras materias muy diversas. De esta manera, y aun siendo ya sacerdote, prosiguió trabajando con inagotable fecundidad en la composición y publicación de poesías líricas, épicas y dramáticas de toda especie.
Adiós, señor, la desdichada á quien conocéis y que no os maldice, porque no sabe maldecir; que no os odia, porque no sabe odiar.» Después de escrita esta carta, la duquesa la guardó cuidadosamente, envolvió cada suerte de letras de las que había cortado en su papel correspondiente y las guardó, cerró asimismo el libro de devociones, y se acostó.
Terminado el sermón, el dominico bajó del púlpito, y se dirigió al altar... Interrumpiole el vizconde, antes de que se arrodillara: Padre, todos nos sentimos un poco fatigados de haber estado nada más que la friolera de unos doscientos o trescientos años metidos en nuestros cuadros... ¿No podríamos dejar para mañana nuestras devociones, e irnos ahora a estirar nuestros cuerpos en las frescas y finas sábanas de Holanda que nos ha de ofrecer el joven duque?
Hasta que no vuelva mi madre ha de parecer como si no hubiese nadie en esta casa, sino yo y el señor Andrés. ¿Me has comprendido? Te he comprendido, y haré como lo dices contestó Rafaela. En seguida se marchó Juanita a pasar la tarde con doña Inés, según tenía por costumbre. Con gran devoción y serenidad leyó a su madrina no pocas devociones y rezos propios de la Semana Santa, en que estaban.
Y decía la verdad, porque pocos días antes, estando junto al pueblo para sus acostumbradas devociones, bajó al Tabernáculo el diablo Cozoriso, y con semblante triste y melancólico, le avisó de la venida de un enemigo suyo jurado que le había desterrado de otros países, trayendo en la mano una cruz, que era la ruina de su religión; y diciendo esto, prorumpió en un copioso llanto, como compadeciéndose de sí mismo, que ¿á dónde iría en partiéndose de allí? ¿Dónde podría con seguridad repararse para no ser desalojado?
Sus devociones habían sido puramente decorativas, como llevar hacha en una procesión o sentarse en los bancos de preferidos cuando se consagraba un obispo... En fin, con estas tonterías de su mujer, estaba el pobre Pez, no en el agua, sino sofocado y aburridísimo.
Después de un gran rato de silencio, consagrado a las devociones, Barbarita se volvía a él diciéndole con altanería impropia de aquel santo lugar: «Vaya, que tu amigo el Sordo nos la ha jugado buena». ¿Por qué, señora?
Tal efecto hace en mi espíritu turbado todo lo que se refiere a devociones y piedades, que siempre que escucho el son de un órgano, tiemblo de emoción; las campanas de la iglesia hacen palpitar mi pecho con ardiente viveza; la oscuridad de los templos me marea, y Jesucristo crucificado no puede serme amable si no me lo presento con el mismo rostro que veo en todas partes... Esto espanta, ¿no es verdad?
Yo he amado a lord Gray porque en mis solitarias devociones se ha apoderado de mi espíritu como el demonio tentador... No, no iré al claustro, porque sé que lo tendré siempre delante, mezclado con aquella dulce poesía del coro y el altar. ¡Ay, amiga mía! ¿Creerás esto que te digo? ¿Creerás esta profanación horrible? Pues sí, es verdad. En la iglesia ha tomado cuerpo esta insensata inclinación.
Palabra del Dia
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