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Actualizado: 11 de junio de 2025
Pero me gusta dar a cada cual lo que merece, y no tengo todavía bastante franqueza con usted, que es caballero y hombre de mundo, para recibirle en mi casa, por primera vez, vestido de carretero. Va, pues, con usted, como ha ido antes con otros, este ceremonial; y no me lo agradezca, porque es deuda de homenaje que le rindo muy gustoso.
Según lo que he podido conjeturar, mi madre al morir había hecho prometer á mi padre, que vendería la mayor parte de sus bienes para pagar enteramente la deuda enorme que había contraído, gastando todos los años una tercera parte más de sus rentas, y reducirse en seguida á vivir estrictamente con lo que le quedase.
»La suerte me ha sido favorable, ya que favor llama el mundo á que le coloquen á uno donde todos le vean y le puedan zarandear á su capricho; y no extrañes que no te lo haya participado, porque entre las atenciones de mi destino, me olvido hasta de mí propio. »Reconociéndote la deuda que me citas, es ahora, como siempre, tu amigo que te quiere »Fulano de Tal.
Ambos tenían novia y cada cual quería a la suya, no con un sentimiento vulgar y pasajero, sino con pasión digna de ellos. Aquella era la ocasión de probarles. Había pagado su deuda haciéndoles buenos y felices: ninguno tenía derecho a proferir la menor queja: ella lo tenía a saber cuál era su verdadero hijo, forjándose la ilusión de creer que lo sería el que mostrase quererla más.
Doña Clorinda, que no te podía ver, por considerarte un frívolo, un vago pernicioso, hace de ti los mayores elogios, á causa del perdón de esa deuda enorme y de tu propósito de ayudar á la duquesa. Dice que eres un caballero digno de otros tiempos, un gran corazón... Miguel encogió los hombros. ¡Lo que le importaba á él la tal doña Clorinda!... Esto exasperó á Castro.
Sin embargo, parecía ahora que fríamente había despreciado la deuda de gratitud que tenía para con nosotros, y al mismo tiempo me había impuesto a mí una obligación no muy fácil de cumplir: la tutela de Mabel, su única hija. Debo declarar que, teniendo en cuenta todas las misteriosas y curiosas circunstancias de lo pasado, la situación, para mí, estaba muy lejos de ser satisfactoria.
Entre la raza pura, no habría necesidad de escrituras ni protocolos. Jamás una india del interior ha negado una deuda, como jamás ha llegado á ocultar un momento de pasión en el sangriento drama del infanticidio, ó en el misterioso torno del expósito. Lo que hace, si no lo pregona, tampoco lo oculta.
El pobre labrador ni se fijó en los miles de reales á que subía su deuda con los dichosos réditos: tan turbado y confuso le dejó la orden de abandonar sus tierras. La debilidad, el desgaste interior producido por la abrumadora lucha de varios años, se manifestó repentinamente.
Cada día descubro en vos valores que me obligan y fuerzan a que en más os estime; y así, si quisiéredes sacarme desta deuda sin ejecutarme en la honra, lo podréis muy bien hacer.
No estaba solo en el mundo: tenía un hijo que podía responder por la deuda del padre... Pero esta esperanza sólo duraba un momento. Su hijo no era francés: pertenecía á otro pueblo; la mitad de su sangre era de diversa procedencia.
Palabra del Dia
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