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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


Mochi recibió sus doscientas liras, como él las llamaba, con más expresivas muestras de agradecimiento que esperaba su nuovo amico; pero de devolución no dijo nada. ¡Cuáles serían las emociones que se amontonaron en el pecho del pobre flautista en aquellos días, que durante algunos, ni siquiera pensó en la deuda ni en la promesa de reintegrar a la caja aquellos cuartos, ni en el peligro de que se enterase Emma de todo, ni siquiera en la existencia de Nepomuceno!

Todo lo que haga por vos no será más que saldar una deuda, aun cuando sólo considerara el robo. Pero hay otras cosas, Marner, por las que estoy y estaré siempre grato. Godfrey se detuvo.

La gente diría de ella que se interesaba mucho por Basilio, la gente no se acordaba de su deuda de gratitud y de que aquella prision, segun se decía, era por causa de ella.

-Muchos médicos hay en el mundo: hasta los encantadores son médicos -replicó Sancho-; pero, pues todos me lo dicen, aunque yo no me lo veo, digo que soy contento de darme los tres mil y trecientos azotes, con condición que me los tengo de dar cada y cuando que yo quisiere, sin que se me ponga tasa en los días ni en el tiempo; y yo procuraré salir de la deuda lo más presto que sea posible, porque goce el mundo de la hermosura de la señora doña Dulcinea del Toboso, pues, según parece, al revés de lo que yo pensaba, en efecto es hermosa.

Así es que se limitó á contestar: , señora; es espantoso. ¡Qué terrible es el amor en sus exigencias! dijo la santa, sobre todo cuando se cree ofendido, cuando pide el pago de una gran deuda que con él se ha contraído, cuando no transige ni espera, sino que se presenta exigiéndolo todo de una vez. ¡: qué terrible es esto! contestó Lázaro. ¡Feliz es usted, que no lo conoce más que de oídas!

Estaba seguro de haber empezado á amarla el día que se presentó en Villa-Sirena á pedir el perdón de su deuda, confesando su ruina. ¡Pobre duquesa de Delille, acostumbrada á gastar millones al año, propietaria de minas preciosas, y teniendo que vivir del juego, como una aventurera!... Después, junto á su lecho, viendo sus lágrimas, escuchando el gran secreto de su vida, aquella maternidad oculta que la hacía llorar, se había dado cuenta definitivamente de este amor.

Se le presentó el recibo, reconoció la firma y volvió a declarar que por el momento no le era posible pagar aquella deuda; que pagaría los réditos vencidos y firmaría nueva obligación, comprometiéndose a saldarla en el término de seis meses.

En vano te has defendido; en vano has enseñado los treinta mil francos que te quedaban del empeño después de pagar la deuda de juego; en vano has hecho presente que puesto que habías partido, no podías haber desempeñado las alhajas. Te han respondido con la afirmación de que habías vendido la papeleta y tu pérdida se ha consumado. Todo se encadenaba entonces en el crimen.

Trascurrido algún tiempo, Mendoza volvió a visitarle y le pidió veinticinco. Se encontraba en deuda con otra patrona, pues se había mudado a la calle del Pez. Miguel volvió a abrir su bolsa y a remediarle.

Yo te quería ya, yo te amaba siempre, a pesar de mis devaneos. Pero ahora te adoro, ahora soy tu esclavo. Esta deuda es sagrada, es doble; deuda del corazón y deuda de bolsillo. Te pagaré religiosamente. ISIDORA. ¡Pagarme! ¡Ay! Yo no cobro nunca. Mis manos no nacieron para eso. Si en algo estimas el beneficio que de has recibido, ya sabes la recompensa que quiero.

Palabra del Dia

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