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Actualizado: 11 de noviembre de 2025


La mujer del juez me vendió una vez su tapis por un peso, y el marido dijo que aquella venta no servía porque no tenía su consentimiento. ¡Abá! me sacó el tapis y ella no me ha devuelto el peso hasta ahora, pero yo no la pago en el panguingui, cuando gana, ¡abá! Así le he podido cobrar doce cuartos, y por ella solamente voy á jugar. Yo no puedo sufrir que no me paguen una deuda, ¡abá!

Hacía varios años que Pep había satisfecho su deuda, y sin embargo, aquellas buenas gentes seguían llamándole amo, y al verle ahora sentían la impresión del que se halla en presencia de un ser superior. Pep Arabi fue presentando a su familia. La atlota era la mayor, y se llamaba Margalida: una verdadera mujer, aunque sólo tenía diez y siete años. El atlot, que era casi un hombre, contaba trece.

Pero me creí obligado a sustituirle a usted para no perder una hermosa pieza, rara en este terreno. Le pertenece por derecho. No me permito, pues, ofrecérsela: se la devuelvo. Añadió algunas frases más para obligarme y acepté el obsequio del señor Domingo como deuda de galantería dispuesto a pagarla.

El creía que la salvación de todos estaba en el empréstito; es una deuda que se contrae para pagar otras deudas, es pedir al vecino de enfrente, lo que se debe al vecino del lado; pero lo principal, lo esencialísimo es tener dinero, venga de donde viniere. Se alborotaba con esto.

Y yo respondo: prestando a réditos del ocho por ciento al mes, y más los años de hambre, y metiendo miedo a todo el mundo para que le paguen bien y no le nieguen una miserable deuda de un duro... Y usted dirá: ¿de dónde saca ese Primitivo o ese ladrón el dinero para prestar?

Las camaradas convinieron en la necesidad de obligar á este loco á que buscase otro alojamiento; pero la expulsión no impresionó gran cosa á Rosalindo. ¡Para lo que le quedaba de vivir allí!... Ya que era imposible hacer llegar hasta la tumba de su acreedora el dinero prestado, iría él mismo á pagar su deuda. Inmediatamente abandonó el trabajo é hizo sus preparativos de viaje.

Sentóse el escribano en un poyo para escrebir el inventario, preguntándome qué tenía. "Señores -dije yo-, lo que este mi amo tiene, según él me dijo, es un muy buen solar de casas y un palomar derribado." "Bien está -dicen ellos-. Por poco que eso valga, hay para nos entregar de la deuda. ¿Y a qué parte de la ciudad tiene eso?", me preguntaron. "En su tierra", respondí.

Ya sabes con lo que cuentas. Lo principal es que no teniendo nada mi hijo... no habrá quien piense hacerse cargo de él. Valeria quiso resistir por animarla, pero ante la energía con que expresaba el deseo, cedió. Vino el notario: Susana hizo una declaración reconociendo que cuanto había en la casa era de Valeria, y que en pago de una deuda que confesaba, le daba la finca de Rivaria.

Así pagaba Pepe su deuda de gratitud para con aquella gente; mas su principal se portó también como bueno. eres ya de la casa: le dijo un día busca otro dependiente para el despacho. Y vamos a ver, ¿quieres seguir oficio? Dilo como si fueses mi hijo.

Es indecible la complacencia con que estudio á las mujeres de Paris. No conozco la representacion de la mujer inglesa y rusa, y este es uno de los motivos porque más deseo visitar á Lóndres y San Petersburgo. Á una mujer debo toda mi vida, y natural parece desquitarme de semejante deuda, consagrándola una pequeña parte de aquella vida tan empeñada.

Palabra del Dia

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