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Actualizado: 29 de julio de 2025


Otras, en cambio, indígenas hasta la pared de enfrente, se caían de puro viejas, y yacían arrinconadas, aunque las demás guardaran consideración a sus arrugas; y las había tan petulantes y presumidas, que despreciaban a las demás mirándolas enfáticamente. Llegaron á la plaza del Estante la ocuparon de punta á punta.

La verdad del caso era que aquellos puritanitos en agraz, como dignos vástagos de la casta más intolerante que jamás haya existido, abrigaban una vaga idea de que había algo extraño, misterioso y fuera de lo común y diario tanto en la madre como en la hija, y por lo tanto las despreciaban en lo íntimo de su corazón, y con frecuencia las insultaban de voz en cuello.

Dos médicos ingleses de un buque-hospital, canosos y con uniforme, despreciaban el almuerzo para pintar directamente en sus álbumes, con una torpeza escrupulosa y pueril, el mismo panorama que figuraba en las tarjetas postales ofrecidas á la puerta del restorán. Una botella ventruda, con faldellín de paja y cuello larguísimo, atrajo en la mesa las manos de Freya.

Cuanto más pobres se iban quedando, más vanidad solariega tenían y más despreciaban la vida en poblado y en tierra llana. En la ribera, como llamaban allá arriba a las regiones bajas, sólo una cosa respetable reconocían los Valcárcel del monte: el tapete verde. Se iba a las ferias a jugar, a perder, a empeñarse... y a casa.

Pero a los pocos días, en todo el barrio no se hablaba de otra cosa, con un orgullo de vecindad. ¡Y poco hermosa que iba a salir este año la Macarena!... Despreciaban a los ricos del Gran Poder con su procesión ordenada y sosa, y se fijaban únicamente en sus rivales del otro lado del río, los bullangueros de Triana, que tan satisfechos estaban de su Nuestra Señora del Patrocinio y el Cristo de la Expiración, al que llamaban el «Santísimo Cachorro».

Al principio, las figuras groseras y mal pergeñadas representaron escenas de la vida privada, murmuraraciones de vecinos; pero después la sátira se remontó, metiéndose de rondón en la política, y las fallas se convirtieron en burlas al gobierno y caricaturas de la autoridad. Las niñas de doña: Manuela despreciaban la fiesta que se preparaba.

Sus compañeros le despreciaban a causa de su debilidad, de su falta de destreza; los profesores le miraban con recelo por su carácter reservado y triste. Y por las vacaciones vuelta al lúgubre y aborrecible palacio, al austero régimen, a los eternos rezos. A pesar de sus ardientes deseos de seguir una carrera no lo consiguió.

Ni para que me lo digas ni para que yo lo discuta te he pedido yo y me has concedido la cita. Yo no soy un personaje ridículo y no tienes derecho para querer hacerme objeto de una necia burla. Yo estaba exasperada, señor don Andrés, y si alguna falta hubo en , harta disculpa tiene. Por mi humilde cuna, por mi baja condición social, todos me despreciaban, incluso vuecencia.

La sobrina se quejaba a don Antolín. No la hacían caso, la despreciaban; ya no venía ninguna mujer a ayudarla gratuitamente en sus faenas. La respondían insolentemente que la que necesitase criadas debía pagarlas. ¿En qué pensaba su tío? Ya era hora de imponer su autoridad, de meter en un puño a la gentuza.

En las reuniones de segundo orden, que abundaban en Vetusta, la humedad excitaba la alegría; cada cual se iba al agujero de costumbre y era de oír, por ejemplo, la algazara con que entraban en el portal de la casa de Visita «los que la favorecían una vez por semana honrando sus salones», que eran sala y gabinete; eran de oír las carcajadas, las bromas de los tertulios guarecidos bajo los paraguas que recibían con estrépito las duchas de los tremendos serpentones de hojalata.... Todos despreciaban el agua, pensando en los placeres esotéricos de la lotería y de las charadas representadas.

Palabra del Dia

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