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Actualizado: 14 de mayo de 2025


El estrépito de la descarga le había hecho correr hacia la barricada. Al enterarse de la aparición del grupo de rezagados elevó los brazos desesperadamente. Estaban locos. Su resistencia iba á ser fatal para el pueblo. Y siguió corriendo para rogarles que desistiesen de ella. Transcurrió mucho tiempo sin que se turbase la calma de la mañana.

En un principio, desesperadamente, había tratado de luchar contra aquel sentimiento naciente que en su alma escrupulosa no se reconocía el derecho de abrigar. Si bien los años habían transcurrido, modificando su situación y dándole la esperanza de un hermoso porvenir, creía que para los Aubry, él era siempre el niño pobre recogido por caridad.

Aferrándose desesperadamente á las plantas silvestres que crecían en las hendiduras de las rocas, poniendo los pies en ligerísimas depresiones del inclinado plano, ó en piedras que con frecuencia se desprendían y amenazaban arrastrarlo consigo, expuesto á morir diez veces, llegó por fin á terreno firme y saltando de roca en roca ó corriendo entre los matorrales, se vió sano y salvo en la planicie que desde arriba le había mostrado el barón y donde pacían algunos caballos.

Tenía más dinero que Alicia y su representante: podía resistir, y acabaría por vencerlos. El príncipe se fué al bar, entreteniéndose en beber lentamente dos mixturas americanas, dulces y amargas al mismo tiempo, muy cargadas de alcohol. Quería embriagarse un poco, para sentirse al mismo nivel de aquella mujer que tan desesperadamente jugueteaba con la suerte. Se vió solo.

Que me guste desesperadamente, muy bien. Pero que vaya yo a exigir el pago de un pagaré de amor firmado sobre una carpeta de meningitis, ¡diablo! eso no. Nueve de la mañana. No es hora sobremanera decente de acostarse, pero así es. Del baile de lo de Rodríguez Peña, a Palermo. Luego al bar. Todo perfectamente solo. Y ahora a la cama.

El capitán Maal tiene horror a echar cabo a tierra, y pretende a toda fuerza pasar sólo con el auxilio de la máquina. Y así diciendo, tocaba desesperadamente una campana aguda pidiendo leña, más leña, en las hornallas.

El gran cirujano hizo sus tres trazos y el enfermo dejó de cantar. Se le va el pulso observó un ayudante. Otro ayudante cogió con unas pinzas la lengua del pobre hombre, y se puso a tirar de ella desesperadamente, pero todo fue inútil. Al poco rato el enfermo había muerto. ¡Qué lástima! exclamó uno.

Pero antes de que esta ola se retirase, avanzó desesperadamente hasta otra piedra, pasándole el tirón del reflujo por debajo del vientre. Así bregó largo tiempo, pegándose á las peñas cuando el mar lo cubría, arrastrándose sobre las desoladas conyunturas cuando su cabeza quedaba al aire libre, expeliendo agua por todos sus orificios.

La habitación de mi primo Procopio tiene una estera nueva, una cama de hierro filosófica y virginal, vistosos visillos en las ventanas, flores y pájaros por las paredes, y allí se mantiene un riguroso aseo por una de esas criadas como sólo las produce Portugal, guapa moza de Traz-os-Montes, que arrastrando sus chanclas con la indolencia grave de una ninfa latina, barre, friega y arregla toda la casa; sirve nueve almuerzos, nueve comidas y nueve cenas; pega los botones a los pantalones y a los calzoncillos, que los portugueses están continuamente perdiendo, almidona las enaguas de la señora, reza el rosario de su aldea, y aún le queda tiempo para amar desesperadamente a un barbero vecino, que está resuelto a casarse con ella en cuanto le empleen en la Aduana.

Se dejó caer en otro banco y el soldado transparente se detuvo, volviendo hacia ella un rostro sombrío, desesperadamente sombrío. No te pongas triste. ¡Si supieras cuán cansada estoy! Pero tu abuela no te abandonará nunca.... Alberto, espérame. ¡Allá voy, pequeño mío!

Palabra del Dia

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