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Aunque la desgracia no hubiera recaído en los dos seres que más amaba en el mundo, era tan afectuoso y tenía tal predilección por su cuñada, que el disgusto no fue mucho menor. Trémulo, acongojado, acudió al cuarto de la enferma. La desdichada Presentación exhalaba gemidos lastimeros mientras el médico reconocía las heridas minuciosamente.

Pero él, pagado de las vanidades sociales y seducido por la voz del egoísmo, no había atendido a este ruego que la desdichada mujer no se había atrevido a formular con sus labios. Sentía ira profunda contra mismo y se apellidaba interiormente con los adjetivos más injuriosos y humillantes.

Mientras tanto, los criados de Don Tello se han llevado á la infeliz María al castillo del tirano rico-hombre. La desdichada opone á todas las tentativas de seducción de su raptor el orgullo de su inocencia. Mientras Don Tello se empeña en rendirla á sus deseos, ya con súplicas, ya con amenazas, se le anuncia la llegada de un caminante, que pide hospitalidad.

»Estas palabras nos devolvieron como por encanto la alegría y el humor, si bien, a decir verdad, pronto nos echamos a temblar pensando en el recibimiento que nos aguardaba. Confieso por mi parte sin empacho que seguía cabizbajo y preocupado a mi intrépida compañera que me precedía conversando con su protegida y haciéndole preguntas acerca de su desdichada situación.

Tambien prendió á una dama, porque habia De la cárcel sacado á su marido, Con crudo corazon y tirania, En muy brava prision la hubo metido. La triste con dolor así decia, Su rostro de llorar muy consumido: "Adonde estás, Filipo ¡Ay desdichada! Doliéraste de verme maltratada."

"Al menos no seré, dice la bella, Contra nuestro Filipo yo traidora, Muger de traidor, : maldita estrella La vuestra, y desdichada y triste hora, En que fuistes conmigo desposado, Pues contra nuestro Rey sois levantados."

Entrando el capitan en su aposento, Al adultero mató de una estocada: La dama viene al grito con lamento, La gente viene al grito alborotada: Ayudanla á matar, ó crudo cuento, ¡Qué no hay quien te defienda, desdichada! Fenece la extremada hermosura En el colmo de extrema desventura.

Pero con esta desdichada, que no es aventurera, ni perdida, ni soltera de nadie, ni viuda de todos, ni siquiera señora..., ¿qué hago? ¡Maldita sea la hora en que la busqué! No, eso no...; no vengamos ahora con exageraciones: lo malo es tener que dejarla, porque... bonita... ¡como ninguna! Y ¿qué haré? ¡Cuando digo que este problema de quedar bien es en ciertos casos imposible de resolver!

No miras como el humo se apresura A caminar al lado del Poniente, Y la amarilla llama mal sigura Sus puntas encamina acia el Oriente? Desdichada señal, señal notoria Que nuestro mal y daño está presente. Aunque lleven Romanos la victoria De nuestra muerte, en humo ha de tornarse Y en llamas vivas nuestra muerte y gloria.

Viviendo en una zona acariciada por el contacto del mar, la desdichada umbrela no se reviste de una epidermis resistente, como nosotros, animales terrestres; de suerte que recibe los golpes en lo vivo. Cerca de su enjuta laguna había otras lagunas repletas y que se comunicaban con el mar: la salvación estaba á dos pasos.