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"Aquí arriba lo encontré, y venía diciendo su mujer: "Marido y señor mio, ¿adónde os llevan? ¡A la casa lóbrega y obscura, a la casa triste y desdichada, a la casa donde nunca comen ni beben! Acá, señor, nos le traen." Y ciertamente, cuando mi amo esto oyó, aunque no tenía por qué estar muy risueño, rio tanto que muy gran rato estuvo sin poder hablar.

Ha pronunciado frases, muchas frases; pero ideas razonables y serias he hallado muy pocas. En primer lugar, este caballerito nos habla de su matrimonio con la desdichada hija de doña Tula como de cosa resuelta y juzgada, sin tener en cuenta que su madre puede reclamarla al instante y hacerse cargo de ella en tanto no cumpla los veinte años.

Pero ¿estás herido, Roger? ¿Qué palidez es esa? Lo único que tengo, señor barón, es pesar amargo por la desdichada muerte de mi buen compañero de Pleyel. ¡Ah, ! dijo tristemente el noble.

¿Pero qué es lo que aquí ha sucedido? dijo Montiño dirigiendo bruscamente la palabra á la doncella de Dorotea. ¿Qué ha de haber sucedido? ¡desdichada que yo soy, sino que mi señora se ha muerto! ¡Y tan hermosa! ¡tan joven! ¡tan buena! Y siguieron las lágrimas y los sollozos. ¿Pero cómo se ha muerto la señora? dijo Montiño, cuya voz tenía á cada momento una acentuación más extraña y más punzante.

¿Y qué hago con esta aflicción que se me ha metido en el alma? Gozarla. ¡Gozarla! decís ¡gozar los celos, la desesperación, la rabia! ¡Ah! ¡todavía no sois bastante desdichada! ¿No? No, porque no gozáis en la desdicha. ¡Decís unas cosas, don Francisco!

Me ofende, señorita, que acoja Vd. de este modo el paso que doy, encaminado solamente a dejar a salvo mi conciencia, procurando a Vd. un amargo, pero saludable desengaño; porque ya he dicho que mi madre y yo nos resistimos a que nunca pueda usted imaginar que contribuimos a que Pepe busque tan indebido modo de hacer fortuna... Respecto a las relaciones de mi hermano con esa desdichada joven, estoy seguro de que son ciertas.

La desdichada no había tenido mas horas de alivio que las del tránsito por el ferrocarril de Panamá.

Yo fuí para la desdichada madre de aquella niña un hermano: comí pan seco y duro, dormí sobre el suelo, anduve sin capa en el invierno, viví en una calurosa buharda en el verano, llevé mi ración entera, y mi soldada entera de bufón, á aquella pobre madre abandonada, y cuando poco después murió, empeñé mi soldada por muchos meses para comprarla un nicho en el panteón de la parroquia, donde durmiese tranquila.

El primer pueblo que reconquistemos será este. ¡No! Es tarde. Ni la fe podrá recobrar el imperio del mundo, ni vosotros enseñorearos de España, donde vuestra influencia ha sido tan desdichada como la tuya en mi casa. Dirigisteis la educación nacional por espacio de trescientos años, y el pueblo no sabe leer; gobernasteis nuestras conciencias, y somos escépticos.

No puede llamarse con verdad desdichada la criatura que no lo fue desde su nacimiento, y aun en el seno yo de mi madre, para empezó la desdicha. Nací en esta hermosa ciudad de Sevilla, y en su calle que llaman del Hombre de Piedra, y con tan dura fortuna, que el instante del primer aliento mío, fue el del postrero de mi padre.