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Don Alvaro y Clara hablan cada uno para de este modo: CLARA. No es menester que digáis Cuyas son mis alegrías, ALVARO. Que bien se ve que sois mías En lo poco que duráis. CLARA. Alegrías mal logradas Antes muertas que nacidas; ALVARO. Rosas sin tiempo cogidas, Flores sin sazón cortadas; CLARA. Si rendidas, si postradas A un ligero soplo estáis, ALVARO. No digáis que el bien gozáis;

¿Y qué hago con esta aflicción que se me ha metido en el alma? Gozarla. ¡Gozarla! decís ¡gozar los celos, la desesperación, la rabia! ¡Ah! ¡todavía no sois bastante desdichada! ¿No? No, porque no gozáis en la desdicha. ¡Decís unas cosas, don Francisco!

Autores de las santas religiones, Que amastes la pobreza por extremos, Decid, ¿no es mas segura la pobreza, Pues por ella gozais de la riqueza? Cualquiera en la Asumpcion está gozoso, Con solo su comer vive contento: No andaba por la plata codicioso: Metido en su morada y aposento Labrado, muy pulido, muy costoso, Sin curar de tapiz ó paramento.

La duquesa tomó la carta, se acercó á la luz, buscó sus antiparras, se las caló y leyó lo siguiente: «Ayer fuí á vuestra casa y estábais enferma; yo que gozáis de muy buena salud: ayer tarde pasé por debajo de vuestros miradores, y al verme, os metísteis dentro con un ademán de desprecio; anoche hicísteis arrojar agua sucia sobre los que tañían los instrumentos de la música que os daba; esta mañana no contestásteis á mi saludo en la portería de damas y me volvísteis la espalda delante de todo el mundo; todo porque no he podido ser indiferente á vuestra hermosura y os amo infinitamente más que un esposo que os ha ofendido, degradándose.

La gente humilde y trabajadora, los ganapanes y destripaterrones, que sudan y se afanan para procurarse el sustento, son como las orugas y como los míseros gusanos, que se arrastran con lentitud, que se esconden entre el follaje, y que no pueden ejercer otra función sino la de nutrirse, mientras que y otros como , siempre bien nutridos y exentos de tan ruin cuidado y de menester tan vil, sois como las mariposas, que desplegáis a la luz del sol los nítidos colores de vuestras alas, que voláis entre las flores, que libáis el néctar de sus cálices y que gozáis de amor y de gloria.

Yo para vos, los pajarillos nuevos, Diversos en el canto y los colores Encerraba, gozoso de alegraros; Yo plantaba los fértiles renuevos De los árboles verdes, yo las flores En quien mejor pudiera contemplaros, Pues á los aires claros Del alba hermosa, apenas Salistes, Carlos mío, Bañado de rocío, Cuando, marchitas las doradas venas El blanco lirio convertido en hielo, Cayó en la tierra, aunque traspuesto al cielo. ¡Oh, qué divinos pájaros agora, Carlos, gozáis, que con juntadas alas Discurren por los campos celestiales En el jardín eterno!... .»