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La gente humilde y trabajadora, los ganapanes y destripaterrones, que sudan y se afanan para procurarse el sustento, son como las orugas y como los míseros gusanos, que se arrastran con lentitud, que se esconden entre el follaje, y que no pueden ejercer otra función sino la de nutrirse, mientras que y otros como , siempre bien nutridos y exentos de tan ruin cuidado y de menester tan vil, sois como las mariposas, que desplegáis a la luz del sol los nítidos colores de vuestras alas, que voláis entre las flores, que libáis el néctar de sus cálices y que gozáis de amor y de gloria.

Tales son las observaciones que sobre el ramo de justicia me ha ocurrido presentar, y si en ellas no hay elegancia y amenidad de estilo, hay ideas que pueden ser de suma utilidad é importancia al caso para que se han redactado, ó por lo menos deseos laudables de mejorar en las Filipinas tan importante materia: otras plumas mas dispuestas y mejores talentos podrán llevarlas al grado de perfeccion de que son susceptibles, quedando contento por mi parte con haber tratado de estas reformas, y escitado á otros por este papel á que ocupándose en tan importante asunto, se le ponga en el lugar que le corresponde, y desapareciendo el sistema absurdo, irregular y anómalo que hoy tienen esos juzgados, sean reformados oportuna y sabiamente para felicidad de los naturales y habitantes de nuestras preciosas Islas Filipinas, dándoles jueces que no tengan por primera base el aumento de sus fortunas, si no la pública felicidad: jueces en fin, de saber, de probidad y aptitud acreditadas, para administrar cumplidamente la justicia: único medio de que los pueblos, al paso que consoliden por este modo una felicidad estable, vean solo en sus alcaldes mayores y correjidores unos padres que solo desean la prosperidad de sus hijos, y se afanan por conservarles su paz y tranquilidad inalterables sobre los sólidos cimientos de la justicia, fuente y manantial seguro de todos los demas bienes en la tierra.

Si la lluvia ha desmoronado los campos, que se cultivan en gradas sobre las pendientes, todos se ocupan en recoger la tierra que se ha venido abajo y subirla en espuertas hasta la vertiente de donde se cayó. Si el torrente desbordado ha cubierto de piedras las praderas, todos se afanan en limpiar el césped de tales escombros que lo ahogan.

No podrán decir sus enemigos que los impulsa la vanagloria, porque saben que sus nombres serán execrados prevaleciendo los apóstatas partidarios de Recafredo, y que el culto de los mártires es severamente castigado por los musulmanes y por los obispos prevaricadores . Ese es el premio que esperan de los hombres, esa la recompensa que les tiene reservada el mundo, que los moteja de fanáticos y alucinados, en pago de lo que ellos se afanan y sufren por su emancipacion y progreso. ¿Vivirán al menos sus nombres en la memoria de la España restaurada?

Si el trabajo es la mayor de las virtudes, ¿por qué se afanan los capitalistas en amontonar riquezas para librarse ellos y librar a sus descendientes de la práctica de tal virtud? ¿Por qué esa sociedad que ensalza el trabajo con los más poéticos conceptos relega al trabajador a la última fila? ¿Por qué acoge con más entusiasmo a cualquier soldado que estuvo en la batalla tal o cual, que al viejo obrero que ha pasado sesenta años practicando el trabajo, sin que nadie se fije en él ni le agradezca tanta virtuosidad...?

Quien quiera, pues, que, sin pagar, conquista de esta suerte su entrada, prosigue después, por regla general, asistiendo al teatro sin gastar nada. ¡Donoso motivo de suscitar quimeras y privar del premio que merece su trabajo á quienes se afanan en distraerlo! ¿Se creerá, acaso, que el que no paga es por esto más tolerante?

Aquéllos y éstos se afanaron y afanan en buscar y en reunir, inteligentemente, movidos del noble intento de evitar la pérdida ó destrucción de ejemplares que importan al conocimiento de la historia de nuestras artes; y gracias á ellos, se ha salvado en nuestra patria buen número de objetos artísticos inapreciables, que sin la diligencia, el entusiasmo y el cariño de sus dueños, habrían ido á aumentar los tesoros artisticos del extranjero.

Los dos son algo sabios: uno por indiferencia reflexiva; otro por impasibilidad congénita. «Los hombres, querido Sarrió ha dicho Azorín , se afanan vanamente en sus pensamientos y en sus luchas. Yo creo que lo más cuerdo es remontarse sobre todas estas miserables cosas que exasperan a la Humanidad.

Por esta razon los amantes de las letras y de las bellas artes, se afanan en busca de la idea de la belleza en general, con la mira de encontrar un tipo aplicable á todos los objetos literarios y artísticos.

Cosa será, por cierto, difícil; pues en época como la presente, en que por todas partes y en todas las lenguas de Europa se ven brotar obras de imaginación, hijas de ingenios esclarecidos, que se afanan por coger una hoja de laurel en senda tan áspera, a puro ser batida y trillada; es preciso achacar antes a lance de buena fortuna, que no a deliberado fruto del talento y del estudio, el crear, el escribir por tal estilo, que merezca los honores de la lectura.