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Con las manos estremecidas sobre las telas, estuvo un momento dudando si podría tragar su despecho. Tenía asomadas a los labios desdeñosos unas agrias frases de reproche y ofensa, y, con ellas extendidas por toda su cara descompuesta, salió de la estancia dando un tremendo portazo que alzó en todas las habitaciones un eco penetrante.

No podía estarse quieto cinco minutos. Si cualquiera hiciese al cabo del día la mitad de movimientos que él, caería rendido antes de llegar la noche. Castro seguía sus movimientos con ojos burlones y desdeñosos. Pero estos ojos se tornaron serios e inquietos al ver que su amigo se acercaba a la mesa de noche y se ponía a jugar con un precioso revólver que allí tenía.

Como suelen hacer en tales casos los amantes desdeñosos, en vez de escuchar las lamentaciones y las quejas de la reina, el barítono aprovechó el descanso para toser y escupir disimuladamente, y después se puso a revisar con gran descaro los palcos, donde lucían su belleza las señoras más encopetadas.

El bárbaro eres interrumpió Lirio, mirando con ojos desdeñosos a Lario .¿De suerte que, para ti, una ciudad hermosa, una ciudad civilizada, una ciudad lógica, es una ciudad regular y homogénea? Claro está. Si el hombre no pudiera dar de más que eso, la ciudad homogénea, entonces holgaba que las especies hubieran evolucionado y ascendido hasta fructificar en el género humano.

Tòni, menos desinteresado, habló de la suerte futura del buque... ¡Terminada la miseria! Los fletes á trece chelines tonelada de un hemisferio á otro iban á ser en adelante un recuerdo vergonzoso. No tendrían ya que solicitar carga de puerto en puerto como quien pide una limosna. Ahora les tocaba darse importancia, viéndose solicitados por los consignatarios y comerciantes desdeñosos.

El unitario tipo marcha derecho, la cabeza alta; no da vuelta, aunque sienta desplomarse un edificio; habla con arrogancia; completa la frase con gestos desdeñosos y ademanes concluyentes; tiene ideas fijas, invariables, y a la víspera de una batalla se ocupará todavía de discutir en toda forma un reglamento o de establecer una nueva formalidad legal, porque las fórmulas legales son el culto exterior que rinde a sus ídolos, la Constitución, las garantías individuales.

Hablaba con los conocidos, sonriendo a todo el mundo con su especial modestia, que le hacía más extraño que simpático en una sociedad donde los modales fríos y levemente desdeñosos son signo de elevación y grandeza. Vivía el joven entomólogo, desde hacía tiempo, en un delicioso aturdimiento, una especie de sueño de oro, como algunas veces suelen tenerlos las personas de condición más humilde.

Ame usted; pase las noches de claro en claro, estrujando la inspiración para fabricar sonetos amorosos; expóngase usted a los arrebatos de un papá indignado que quiere que la familia se retire pronto... ¿y todo para qué? para que ahora, despedido y olvidado sin justificación alguna, ella, la mujer de los ensueños e inspiraciones, la décima musa, le mirase con cara de pocos amigos, diciéndole con sus ojos desdeñosos: «¡Largo de aquí, trasto...! ¡No me importunes más

Diciéndolo, sacó del bolsillo una para darla a Rosalía, quien con mal desarrugado ceño la tomó, dignándose agraciar a la joven con una sonrisa benévola, la primera que Refugio había visto en aquellos desdeñosos labios.

El mundo está lleno de gente que no se ocupa en otra cosa, que esperan también que les llegue su turno, y que se ingenian en precipitar el desenlace. Uno de los más desdeñosos de la especie, era entonces el vizconde de Monthélin, muy conocido en la alta sociedad parisiense. M. de Monthélin amaba exclusivamente el amor, y con ello tenía ya un título para con las damas.