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Actualizado: 23 de julio de 2025
Tranquilízate dijo Lázaro, viendo en el tono de su amiga los síntomas de un nuevo delirio. Ya no volverás á casa de esas fieras. Yo estoy aquí; tú te has creído abandonada, mientras yo existía. No sé si tengo la culpa de, esto; si la tengo, descuida, que sabré remediarlo. ¡Y yo que no he vivido sino por ti, que te he tenido por guía y por inspiración de todos mis actos!
Lo primero que él hizo al despertar fue ver si le habían quitado su tesoro, y como extrañase no hallar el puñal, díjole su mujer: «El puñal lo he guardado yo... Es monísimo. Descuida, que no lo perderé. ¿Tienes o no confianza en mí?
Ahora es cuando se sabe lo que es comer y dormir con tranquilidad. ¿Hay ninguna Fulana que valga una fuente de sardinas frescas acabadas de freir?... ¿Y una langosta con sidra sacada por el espichón? ¿No se te hace la boca agua, hijo del alma?... Tú ahora casarte y besitos y «mi vida» para aquí y «alma mía» para allá, ¿verdad?... Bien, bien, descuida que todo se andará.
Si empezamos a hacer disparates y a portarnos como dos intrigantas que se meten donde no las llaman, merecemos que nos tome Ido por tipos de sus novelas. Vámonos ahora a San Ginés, y luego sabremos la opinión del señor de Quevedo. Descuida, que no se nos morirá de hambre».
«Las prensas de hierro me dicen se rompen y es preciso gastar dinero en componerlas.» Ayer hablaba de un labrador que descuida sus tierras por alquilar sus mulas por tres reales diarios; hoy veo a estas gentes que huyen de la compostura de una prensa, y en cambio dejan fermentar la aceituna y pierden en la pasta comprimida una parte del jugo.
Y no entro con ellos en pelea para decirles cuatro cosas que se me vienen á las mientes, porque tal vez lo vaya haciendo insensiblemente, y, sobre todo, porque me llaman al orden los asuntos del mayorazgo, los tacos de sus dos mozos de labranza, y los aspavientos de su ama, á causa de que, con sus recientes ilusiones, el solariego descuida el caballo, no siega nunca el retoño, deja todo el peso de la labranza á los criados y no habla más que de Madrid y de su amigote.
Nueve por diez de los que os presumís de ilustrados, sois renegados de vuestra patria. El que de entre vosotros habla ese idioma, descuida de tal manera el suyo que ni lo escribe ni lo entiende y ¡cuántos he visto yo que afectan no saber de ello una sola palabra! Por fortuna teneis un gobierno imbécil.
Créame V., tío: desde Vicente Espinel hasta nuestra edad, Ronda no ha producido más ingenioso poeta que nuestro amigo D. Carlos de Atienza, ilustre mayorazgo de la mencionada ciudad, el cual vive en Sevilla con sus padres, trata de tomar en aquella Universidad la borla de doctor en ambos Derechos, y ahora descuida bastante los estudios por seguir á Clori, que, desde Sevilla, se ha venido aquí de asiento con su familia, á quien V. sin duda conoce.
Descuida, descuida, paloma mía dijo volviendo á su paseo el soldado , que en concluyendo cierta empresa que tenemos acá entre manos, iremos á Nápoles á concluir otra. Tú no sabes bien con qué hombre tratas y qué hombres tratan con él. Lo que es el que pasa contigo por los corredores bajos de palacio no me gusta nada dijo Luisa , tiene el mirar de traidor.
Sonó la campanilla, dio el mozo la voz a los viajeros, se oyó el estrépito de las portezuelas al cerrarse, y nuestro catalán no parecía. D. Nemesio experimentó viva inquietud. ¡Caramba, cómo se descuida el señor de Puig! Pasó un momento: todos los viajeros estaban ya en sus coches. ¡Caramba, caramba, ese hombre va a perder el tren!
Palabra del Dia
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