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Actualizado: 17 de julio de 2025


Ya está mejor; ha acabado por dormirse a fuerza de llorar; ahora descansa muy tranquila, y su respiración es profunda. Me he dejado estar un momento junto a la cama contemplándola. ¡Estoy muy desconcertado! Hasta ahora siempre he visto claro en su alma infantil, como en un espejo... y de repente... ¿Qué será esto?

De repente ella sale de su rincón y me besa locamente a través de su velo, murmurando entre sollozos: ¡Perdóname, perdóname, querido, querido amigo! La escena del cenador vuelve de improviso a mis ojos, recuerdo haberme sentido desconcertado entonces por una frase análoga. Pero ¿qué es digo, qué es lo que tengo que perdonarte?

¿Y dónde ha aprendido usted tanto, señorita? preguntó D. Narciso, desconcertado ya. Pues lo he aprendido en el catecismo explicado y en los sermones del magistral de Lancia... a quien dicen por ahí que usted imita... pero nada más que en los gestos, ¿sabe usted?

¿De modo que usted sabía quién es? exclamo. Claro está. Y entonces prosigo , ¿con qué objeto me lo preguntaba usted a ? No me lo preguntaba para informarse, sino que lo hacía con una intención perfectamente capciosa. Yo permanezco algo desconcertado, y al poco rato comparece otro hombre. ¡Hola! exclama el otro hombre . ¿No sabes quién soy? No quién eres.

Los desgraciados sucesos de la Península han dado mas ensanches á la ocupacion bélica de los franceses sobre su territorio, hasta aproximarse á las murallas de Cádiz y dejar desconcertado el cuerpo representivo de la soberanía, por falta del Sr.

Lo que fué inspiración, ahora es rutina; las figuras se desdibujan, el interés se apaga..., y al pobre autor, desconcertado, incapaz de recobrar la tensión nerviosa en que se hallaba al escribir su obra, le parece que nada de aquello que oye decir, es suyo.

Y prometiendo a su hijo que desde otro sitio vería mejor la llegada de las olas, lo puso en el suelo y le tomó una mano, alejándose después. «Buenas tardes, señoraQuedó desconcertado por esta fuga y experimentó al mismo tiempo cierta satisfacción. Ella no le había mirado con odio al marcharse. Sus ojos más bien eran de tristeza. Tenía miedo al recuerdo.

En esta pregunta, hecha con altivez, se notaba una voluntad imperiosa de mantener al torero a cierta distancia, de establecer entre los dos las diferencias sociales. Gallardo quedó desconcertado. ¡Doña Zol! gimió con ingenuidad . Lo que usté ha hecho conmigo no tié perdón de Dió. Usté ha sío mala conmigo, mu mala... ¿Por qué huyó sin decir una palabra?

El príncipe interrumpe con su mudo llamamiento unas explicaciones de la guerra que hacen estremecer á las dos damas. Coronel: un asunto de honor. Quiero batirme mañana. Busca otro padrino. Toledo parece desconcertado por la orden. Su primer pensamiento vuela hasta Villa-Sirena. Ve el negro levitón, la vestidura solemne del honor pronta á salir de su encierro.

Se mostró desconcertado el príncipe. «¡Entonces!...» Y se esforzó por descubrir qué obstáculo podía oponerse á su deseo. Si era por las cosas de su vida anterior, él las olvidaba. El príncipe Lubimoff tenía igualmente muchas historias que convenía no recordar... Dejemos en paz al pasado. eres otra mujer.

Palabra del Dia

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