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Actualizado: 22 de octubre de 2025
Uno llegó a decirle: Acaso tenga usted razón, don Mateo; pero, ¿qué quiere usted? La lucha es lucha. Está interesado nuestro amor propio, y hay que aplastar a esos canallas, o que ellos nos aplasten. El anciano salió de las consistoriales más triste que enojado. En los tres años últimos eran incalculables los desaires y desabrimientos de este género que había padecido.
Pesándome de ver a las mismas gentes todos los días, no hay amigo que me dure una semana; no hay tertulia adonde pueda concurrir un mes entero; no hay hermosa que me lo parezca todos los días, ni fea que no me encante una vez siquiera al mes; esto me hace disfrutar de inmensas ventajas, porque sólo se puede soportar a las gentes los quince primeros días que se las conoce. ¡Qué de atenciones en ellas! ¡Qué de sinceros ofrecimientos! ¿Pasaron aquéllos? ¿Se intimó la amistad? ¡Adiós! como ya de cualquier modo tienen cumplido con usted, todos son desaires, todas crudas y ácidas respuestas.
Azara tuvo que luchar contra las mismas autoridades españolas, que, ó no comprendieron, ò tenian en menos sus representaciones. Esta indiferencia le pareció sospechosa, y acusò de cohecho al Gobernador del Paraguay. Sus relaciones oficiales con este funcionario tomaron desde luego un carácter austero y hasta descomedido, que solo la conciencia de alguna culpa secreta pudo hacer tolerar en un inferior. Débil y circunspecto en las contestaciones, el Gobernador cifrò su venganza en los desaires, que despreciò Azara á pesar de su génio irritable. Solo al cabo de muchos años puso en los apuntes, que comunicó al Señor Walckenaer, para que no lo olvidase en su biografia, que, "preguntando un dia donde estaban las llaves del archivo, le fuè contestado, que se las habia llevado al campo un dependiente del Gobernador." Desde entonces ya no volvió
La voz, además, se me va a escape; el teatro empieza a darme miedo; he recibido ciertos desaires, disimulados, del público, que me han sabido al hambre futura, al hospital en lontananza. No te pido un asilo; no te pido una limosna. Pero me voy cerca de ti. Quiero ser burguesa. En tu casa, a tu lado, aprendí a serlo, a mi manera.
Indignada y ofendida, tratole con más despego que nunca, y para colmo de disgusto, vio que Chinto correspondía a sus desaires con rústicas ternezas y a sus muestras de desvío con pruebas de confianza y afición. Una vez le trajo un pliego de aleluyas, y otra, como le oyese alabar ciertos pendientes de cristal negro, fue y se los presentó a la noche muy orondo. Ella se negó a estrenarlos.
El viejo Cardenal aprobó con la cabeza las palabras del majo; pero la madre replicó con acento en que se traslucía aún la cólera: No creas que te entrego á mi hija de buena voluntad. Lo hago porque la conozco y sé que si la contrariase se enfermaría. Á mí no se me olvidan los desaires que la has hecho y si estuviese en su lugar puedes estar seguro de que no volverías ahora tan satisfecho á Cádiz.
A todos sus obsequios y galanterías respondía siempre con amabilidad y gratitud. No había peligro de que la joven se retirase del balcón cuando él pasaba, ni esquivase su conversación cuando le encontraba en alguna casa conocida o le diese alguno de esos desaires que tanto hacen gozar a la mayoría de las muchachas.
Narró los más insignificantes pormenores de su vida con Soledad desde hacía algún tiempo, complaciéndose en enumerar los desaires que de ella recibía y en pintar los humillantes testimonios de idolatría que él la prodigaba sin lograr suavizarla. Cuanto más amoroso y humilde se mostraba, más se embravecía ella y peor le trataba. Comenzó riendo y terminó llorando como una criatura.
Después de algunos elusivos apretones de manos, con la sola excepción del de Maldonado a Esperancita, que no llegó a realizarse porque aquél se distrajo intencionalmente para dar comienzo digno a la gran serie de desaires de todas clases con que pensaba atormentar a su adorada, acomodáronse en sendas sillas. Pepe al lado de Mariana; Ramón junto a D.ª Esperanza.
Empezaban los desaires y los desprecios á amargar la vida del emigrado. No hay, sin embargo, constancia de que pusiera á prueba el temple; antes abundan otras de que era, más que de manos, suelto de lengua, teniendo experiencia de cortar la pluma más que las espadas. Ex.^mo S.^r y mio.
Palabra del Dia
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