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Actualizado: 26 de junio de 2025
En cambio a su amigo Moreno se le desató la lengua mejor de lo que hacía al caso y, encarándose con ellos, les dijo en términos crudos que aquella intolerancia era bien propia de los defensores del oscurantismo, que cuando faltan las razones se acude a las amenazas, y que su amigo Sánchez había hecho mal en malgastar su ciencia con quien no había de entenderle.
El temor de ser otra vez abandonados, de ver a sus defensores en retirada al llegar el día, les tenía mudos de espanto. Mientras tanto, comenzaba a nacer el día; el pálido crepúsculo se asomaba tras las negras cumbres; algunos rayos descendían hasta los valles tenebrosos, y media hora después se plateaban las brumas del abismo.
En fin, que podía dar juego todavía el programa del sabio Maravillas. El pobre don Adrián no había salido aún de su espanto. Leto, después del desahogo que se había dado a todo su gusto sobre Maravillas y sus defensores, estaba ya tan sereno y en sus quicios ordinarios; a él, a don Claudio, con verle bastaba.
Más allá de aquella escena de destrucción numerosos grupos de gentes aterrorizadas que huían á todo correr, ansiosos de alejarse cuanto antes de la funesta torre y de sus temibles defensores. ¡Una salida, Duguesclín! gritó el barón. Aprovechemos su confusión para salir de aquí y huir si posible es.
Los datos relativos a la vida de Zakunine y de la Natzichet proporcionaban argumentos, tanto a los acusadores como a los defensores, para insistir en sus opiniones.
No era solo esta la derrota que tenian que llorar los partidarios de la independencia americana, pues otras muchas iban experimentando por su division de pareceres, altivas presunciones é indigna insubordinacion los caudillos defensores de la libertad en la parte oriental de Venezuela.
Cuando transcurridos dos meses del sitio, el hambre había diezmado á la guarnición, una mañana lluviosa, en la que se apagaban las mechas de cañones y arcabuces, los moros toman al asalto el baluarte, barriendo desde aquel punto los almacenes y sala de armas donde se habían refugiado los defensores.
Pasada media hora salieron los cabecillas, dejando al prisionero encerrado y custodiado por los cuatro defensores del altar y el trono. Los tres caudillos, alejándose a cierta distancia de sus subordinados, conversaron breve rato: uno discutía acaloradamente, como quien defiende su opinión con viveza; pero el de la zamarra y el otro, que debían estar de acuerdo, se mostraban inflexibles.
A este primero, siguió casi al mismo tiempo un segundo cañonazo, que cubrió a los defensores de hielo pulverizado, con un zumbido terrible. Materne, al oírlo, no pudo menos de bajar la cabeza; pero en seguida se puso derecho, exclamando: ¡Venguémonos, hijos míos!... ¡Aquí están!... ¡Vamos a vencer o a morir!
»Los hombres solteros, cuando llega la noche, acostumbran, después de pasear por el Prado y tomar una comida frugal, montar á caballo, llevando á las ancas á sus escuderos, y lo hacen así para no perderlos de vista, porque como cabalgan rápidamente por las calles en la obscuridad más completa, sería imposible que los siguiesen sus escuderos; también temen ser atacados por detrás, y el escudero sirve para parar los golpes y vigilar en defensa de su amo, aunque lo más general es que, en estos casos, tomen la huída estos defensores que no se suelen preciar de valientes.
Palabra del Dia
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