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Actualizado: 29 de junio de 2025


Después de censurar con breves y enérgicas palabras la acción de todos, ordenó a Plácido que le siguiese, y le llevó a su celda. En balde he esperado, hijo mío, hacer de ti un dechado de santidad y de paciencia, para que con el tiempo llegases a ser mi sucesor en el gobierno de esta abadía. todo lo ocurrido y no me atrevo a culparte.

Para el padre Anselmo era doña Inés modelo de casadas y de madres de familia y dechado ejemplar de señoras distinguidas y doctas. En todo cuanto le dijo acerca de Juanita no advirtió otro intento que el de evitar o reprimir el escándalo y el mal ejemplo que en el Jugar se estaba ya dando.

Para excitar su caridad, para pedir consejo o auxilio, toda criatura humana, por miserable y desvalida que fuese, podía llegar hasta ella, segura de que ella le tendería sin repugnancia sus blancas y piadosas manos, como las de Santa Isabel, reina de Hungría, sobre la inmunda cabeza del tiñoso; pero, si Poldy había de recibir a una persona en su estrado y conversar familiarmente con ella, esta persona necesitaba contar, entre sus ascendientes, héroes y príncipes, y ser además por atildado, culto y perfecto dechado de cortesía, de discreción, y de otras mil raras prendas.

El busilis, pues, y el toque magistral de cualquier obra de amena literatura no está en seguir la moda, sino en dar la moda o más bien en ponerse tan por cima de la moda y tan por cima de progresos y de mudanzas, que toda moda nueva se apoye y se autorice en aquella obra presentándola como dechado y tratando de convencer al público de la excelencia de lo nuevo, no por su discrepancia, sino por su semejanza con aquel modelo inmortal.

Ella borda con primor, y no olvida jamás los mil pespuntes, calados, dobladillos y vainicas que en la miga le enseñaban, y que hizo y reunió en un rico dechado, que conserva como grato recuerdo. No queda camisa de hilo o de algodón que no marque, ni calceta cuyos puntos no encubra y junte, ni desgarrón que no zurza, ni rotura que no remiende.

A mis padres, hablando de Castilla Y de santas histórias, tengo oido De la sábia Judith, si decilla, Que bien veis que en la tierra soy nacida; Aquella grande hazaña y maravilla Que hizo, por nombre ha merecido Tan alto, que la Iglesia la pregona Por dechado de fuertes y corona.

Y acariciando las tempranas flores, Con música y aroma el aire agita. En la rica estación de los amores Amor en todo corazón palpita; Pero en el alma del zagal Mirtilo Halla perpetuo asilo. Allí ingenioso el dios labra un dechado De gracia encantadora, Donde con fiel esmero ha retratado Á Clori bella, á la gentil pastora. Por quien Mirtilo muere.

Las Argentinas Ninfas, conociendo De aquesta Ana Valverde la belleza, Sus dorados cabellos descojendo, Envueltas en dolor y gran tristeza, Estan á la fortuna maldiciendo, Las flechas y los dardos, la crueza Del indio Mañuá, que así ha robado Al mundo de virtudes un dechado.

Pero, sin duda, quien la maneja con más castiza abundancia de vocablos, frases y giros, y quien la escribe con más primor y limpieza, como quien borda rico dechado, es, á mi ver, este para nosotros extranjero y acaso semi-indio.

De cualquier modo que sea, conste que yo no defiendo aquí esta o aquella opinión. No es lo que escribo un tratado de filosofía política. No intento tampoco presentar a doña Luz como un dechado de excelencias, sino presentarla tal como ella fue.

Palabra del Dia

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