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Actualizado: 29 de junio de 2025
El apasionado mirar de sus ojos glaucos le fascinaba; le encantaban su discreta conversación y su apacible trato; y de continuo prestaba pábulo a la encendida llama de sus afectos la presencia de aquella mujer dechado de elegancia y de majestuosa hermosura. Entonces se creía ligado a ella para siempre por invencible hechizo.
El Cristo del Gran Poder y la Virgen de la Paloma, eran allí dos hermosos cuadros; había un gran cromo con la Numancia, navegando en un mar de musgo, y otro cuadrito bordado con dos corazones amantes, hechos a estilo de dechado, unidos con una cinta. Se hacía tarde, y Jacinta no tenía sosiego.
Esta laboriosidad por mantener al macho y las novelas que circulaban sobre su alto origen atraían con curioseo irresistible a las hembras de las Cambroneras. La primera en introducirse en la casa fue la Teodora, la vieja de mayor prestigio del barrio: un dechado de sabiduría, respetada hasta por los hombres.
En este método de vida, y sin pensar en abandonarle, porque no conocía otro más divertido, cumplió Verónica los veintidós años. Decían los cronistas de salones por escrito, y de palabra el enjambre de aduladores que cenaban en su casa y la perseguían en las ajenas, que era, por entonces, el dechado de todas las perfecciones escultóricas y el conjunto de todos los donaires del ingenio.
A estas cualidades unia la de una figura esbelta y de mucho interés; era el tipo de la hermosura, colmada de gracia y dignidad: sus grandes ojos, espresivos y rasgados, denotaban el raro talento y energia de su alma, á lo que acompañaban los dignos y elegantes modales de la córte de Isabel, dechado de virtudes y moralidad.
El presidente es ladrón, asesino, inmoral, cobarde, cuanto hay en el mundo de detestable y bajo... Al lado, un carbón, no menos robusto y convencido, establece que el mismo funcionario es un dechado de virtudes. De tiempo en tiempo, los policianos borran esas expresiones gráficas del ingenio popular, operación que no da más resultado que preparar nuevamente los lienzos a los pintores anónimos.
Urbási, nobilísima doncella, huérfana de padre y madre, es venerada por mí como una deidad y amada como el más tierno de los padres puede amar a la mejor de sus hijas en quien se mira como en un espejo y en quien contempla el limpio dechado de todas las excelencias y perfecciones.
Su labor y dechado consistía en camisitas microscópicas, baberos no mayores, pañales festoneados pulcramente. En faena tan secreta y dulce íbanse sin sentir las tardes; y alguna que otra vez la aguja se escapaba de los ágiles dedos, y el silencio, el retiro, la serenidad del cielo, el murmurio blando de los magros arbolillos, inducían a la laboriosa costurera a algún contemplativo arrobo.
Vino luego el romanticismo y declaró romántico a Homero. Y yo no dudo que los más acérrimos naturalistas del día dejen de citar la Iliada, como dechado y modelo del más admirable naturalismo.
En suma: sea como sea de todo lo dicho, pues no aspiro a dar reglas estéticas para escribir novelas, es lo cierto que yo, no porque opine mal de las mujeres, sino por falta de imaginación y por el infortunio de no haber hallado con frecuencia a santas ni a santos tampoco en este mundo sublunar, me he de permitir introducir en esta historia, verdadera y sencilla, un nuevo personaje, mujer también, que dista más que ninguna otra de mis heroínas de ser un dechado de perfección; pero que interviene poderosamente en los sucesos que debo referir.
Palabra del Dia
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