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Actualizado: 29 de junio de 2025
Cuantos veían esta maravilla quedábanse prendados de la originalidad y hermosura de ella y ponían a D. Francisco entre los más eximios artistas, asegurando que si viese tal obra algún extranjerazo, algún inglesote rico de esos que suelen venir a España en busca de cosas buenas, darían por ella una porrada de dinero y se la llevarían a los países que saben apreciar las obras del ingenio.
Cenaron con relativo contento, y Almudena no cesaba de ponderar las delicias de irse juntitos a Jerusalén, pidiendo limosna por tierra y por mar, sin prisa, sin cuidados. Tardarían meses, medio año quizás; pero al fin darían con sus cuerpos en la Palestina, aunque la emprendiesen por la vía terrestre hasta Constantinopla. ¡Pues no había pocos países bonitos que recorrer!
Las cartas que le escribía iban siempre firmadas con nombre de varón, Alfredo, como si fuesen de un amigo a otro; mas no por eso dejaban de venir salpicadas con toda clase de frases apasionadas: «Te adora con todo su corazón... Alfredo.» «Querido de mi alma, los minutos lejos de ti se convierten en siglos...» «Ayer contemplando la luna desde el balcón de mi cuarto me asaltó el recuerdo del paseo nocturno que hemos dado hace algunos días y sentí resbalar las lágrimas por mi rostro...» «Te manda un tierno abrazo apasionado tu Alfredo.» Si las tales cartas se extraviasen darían mucho que pensar y reír al curioso que con ellas topara.
Y si se atreviesen nos darían caza como a una bandada de lobos de las montañas de Arrés, y porque nosotros aprovechamos lo que Teus nos envía, tú te arrodillas como un sacristán de Plougasnou y estás tan pálido como una muchacha que saliendo de la velada encontrase a Teus Arpouliek con sus tres cabezas y su ojo de fuego. Mujer...
Desalojarlo de Mendoza era ya inútil; el prestigio de la victoria y el terror le darían medios de resistencia, a la par que, por la derrota, quedaban desmoralizados sus enemigos; se correría sobre San Juan, donde hallarían recursos y armas, y se empeñaría una guerra interminable y sin éxito.
Por otra parte, hija mía, ¿cuántos disgustos, desvelos y cuidados no vendrán sobre ti con el matrimonio? Quiero prescindir de que tu marido acaso sería pobre; y si era también torpe y holgazán, tendrías que matarte trabajando para mantenerle; y quiero prescindir de los sobresaltos y penas que te darían tus hijos, si los tenías.
El marqués de Vegallana y Ripamilán, que estaban en medio del grupo, volviéndose a todos lados, opinaban que ellos gobierno, darían el estanco a la viuda. «¡Primero que todo eran las señoras!».
Fernando, más tranquilo después de las palabras de su novia, hablaba del por venir. Trabajaría; ¡quién sabe hasta dónde puede llegar un hombre! Desde que estaba enamorado, sentíase con nuevas fuerzas para el trabajo. Bullían en su pensamiento ciertas invenciones industriales, que, de realizarse, darían nuevas ganancias á Sánchez Morueta.
Las noches las pasaba en Fornos, en una mesa de futuros genios, todos tan ignorados como él, pero convencidos de que darían que hablar mucho a la Historia. Algunos de ellos eran más jóvenes que Maltrana.
Dos gruesas lágrimas se desprendieron de los ojos del anciano sacerdote, rodaron lentamente sobre sus mejillas, y vinieron a perderse en las arrugas de su rostro. Sin embargo, el cura explicó a Juan que, aunque poseedor de la herencia de su padre, no tenía aún el derecho de disponer de ella a su antojo. Habría un consejo de familia, y le darían un tutor. Vos, sin duda, mi padrino.
Palabra del Dia
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