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Actualizado: 27 de junio de 2025
En el viaje al Pozo de la Solana fui en la misma cabalgadura. Mi padre, el escribano, el boticario y mi primo Currito, iban en buenos caballos. Mi tía doña Casilda, que pesa más de diez arrobas, en una enorme y poderosa burra con sus jamugas. El señor vicario en una mula mansa y serena como la mía.
Mostró Currito al cantar inspiración tan amorosa y miró con ojos tan de carnero a medio morir a doña Ramona, que estaba sentada cerca de él, que doña Ramona no acertó a dominarse por más tiempo; sintió que se derretía y hasta que se evaporaba el hielo de sus desdenes; y, desechando sus propósitos de resistencia y echando a rodar hasta cierto punto su señoril o magistral recato, dijo dirigiéndose a Currito: Vamos, hombre, si al fin ha de ser, no quiero molerte más.
Veamos ahora lo que dijo a Currito el Guapo, hallándose presentes las demás personas que hemos enumerado: Tu modo de proceder, amigo Currito, me tiene ya harto, y como soy alcalde no he de consentir que siga. Nadie te ha dado el encargo de vigilar y de celar a las muchachas y de hacer el papel, navaja en mano, de Catón censorino.
Usted mismo me ha puesto al corriente de sus aventuras. Vamos, amigo mío, seamos francos. ¿No me dijo usted mismo que pensaba llevársela a Malta? Lord Gray sonrió. Yo no he dicho eso exclamó vacilando. Usted... usted mismo. Y yo prometí ayudarle en la empresa, a cambio de su auxilio para matar a mi aborrecido rival Currito Báez. Es verdad dijo riendo . Bien, amigo mío.
Su amor por D. Luis, tan silencioso y tan reconcentrado, se ocultó a las miradas investigadoras de doña Casilda, de Currito y de todos los personajes del lugar que en las cartas de don Luis se nombran. Menos podía saberlo el vulgo.
No ya sólo hasta al cuarto donde escribo, sino hasta a mi alcoba penetran, sin que nadie se atreva a oponerse, el señor vicario, el escribano, mi primo Currito, hijo de doña Casilda, y otros mil que me despiertan si estoy dormido y me llevan donde quieren. El casino no es aquí mera diversión nocturna sino de todas las horas del día.
No sabemos cómo se las compone Currito, pero es el caso que nunca sabe a pez el vino que se echa en sus odres; que hace botas lindísimas; y que también construye otra clase de cueros muy apropósito para llevar en ellos aceite a las Alpujarras, porque los mangurrinos, que así llaman en Villalegre a los alpujarreños, no producen aceite.
Entonces entró D. Luis en el salón donde jugaban, dando taconazos recios, con estruendo y con aire de taco, como suele decirse. Los jugadores se quedaron pasmados al verle. ¡Tú por aquí a estas horas! dijo Currito. ¿De dónde sale Vd., curita? dijo el médico. ¿Viene Vd. a echarme otro sermón? exclamó el conde.
Embelesado y engolfado estaba yo charlando con doña Marcela, a ratos en andaluz y a ratos en inglés, cuando la temerosa aparición de Currito el Guapo, vino a interrumpir nuestro palique. » ¡Huya usted, por Dios! exclamó ella con voz trémula y llena de susto. Ahí viene ese monstruo que sin que yo le haya dado motivo es en este lugar el tirano de mi vida. Sálvese usted, caballero.
Saber teología y no saber montar desacreditaba a D. Luis a los ojos de Currito; pero cuando Currito advirtió que sobre la ciencia y sobre todo aquello que él no entendía, si bien presumía difícil y enmarañado, era D. Luis capaz de sostenerse tan bizarramente en las espaldas de una fiera, ya su veneración y su cariño a D. Luis no tuvieron límites.
Palabra del Dia
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