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Actualizado: 27 de mayo de 2025
D. Luis, casi sin replicar, y como si fuera mandato, tomó su sombrero y su bastón, y diciendo «Vámonos donde quieras» siguió a Currito que se adelantaba, tan satisfecho de aquel dominio que ejercía. El casino, en efecto, estaba de bote en bote, gracias a la solemnidad del día siguiente, que era el día de San Juan.
Mataremos a Currito y robaremos a la muchacha. En caso de que necesite ayuda ¿puedo contar con usted? Sin duda. Sólo me falta saber para cuándo se dispone el gran golpe. ¿Qué golpe? El del rapto. Lord Gray meditó largo rato. Sin duda vacilaba en fiarse de mí. Para el rapto no necesito de nadie dijo al fin . Necesitaré sí para huir de Cádiz, lo cual no es cosa fácil. Yo sacaré a usted del apuro.
Por último, don Pedro atracó de tal suerte a Currito, y le hizo brindar tantas veces por la felicidad de los nuevos esposos, que el mulero Dientes tuvo que llevarle a su casa a dormir la mona, terciado en una borrica como un pellejo de vino. El baile duró hasta las tres de la madrugada; pero los novios se eclipsaron discretamente antes de las once y se fueron a casa de Pepita.
Y vinieron por último, y según vulgarmente se dice, con este melón se llenó el serón, Currito el Guapo, acompañado de Rosita la estanquera, su linda hermana. No había ni vinieron más convidados, porque el alcalde quiso que su tertulia fuese aquella noche de lo más íntimo, selecto y cremoso que en el lugar podía imaginarse.
Araceli añadió respirando con fuerza , esta noche no estoy para bromas. ¿Crees que soy Currito Báez? Lord Gray repuse tampoco yo estoy para bromas. Todavía dijo con amargo desdén no he gustado el placer de matar a un deshacedor de agravios propios y amparador de doncellas ajenas. Maldito sea yo, si no es noble y nuevo lo que inflama mi espíritu en este instante.
El conde contestó con pullas y burletas a la homilía: la gente, entre la que había no pocos forasteros, se puso de lado del burlón, a pesar de ser D. Luis el hijo del cacique; el propio Currito, que no valía para nada y era un blandengue, aunque no se rió, no defendió a su amigo; y éste tuvo que retirarse, vejado y humillado bajo el peso de la chacota.
Y notando después que Currito, que no tiene otro oficio que el de paseante, se hallaba entre el concurso, se dirigió a él con estas palabras: Mira, arrastrado; mira al teólogo ahora, y, en vez de burlarte, quédate patitieso de asombro. En efecto, Currito estaba con la boca abierta, inmóvil, verdaderamente asombrado. Mi triunfo fue grande y solemne, aunque impropio de mi carácter.
Naturalmente la pellejería de doña Ramona, se resentía ya y empezaba a perder crédito y marchantes con la retirada de Currito. Las malas lenguas del lugar daban por causa de esta retirada el sobrado empeño de Currito en vigilar y celar a doña Ramona, aislándola de todo pretendiente, y el amor de ésta a la libertad y su indómito aborrecimiento a todo linaje de tutela.
»Desde entonces veo y hablo por la reja a doña Marcela todas las noches, sin que Currito me perturbe. Y doña Marcela se me muestra agradecidísima por haberla yo libertado de aquel espantajo o bu que sin querer ella la defendía como el dragón en Las tres toronjas del Vergel de amor y en otros cuentos de hadas. »No imagines por eso que estoy más adelantatado en mis pretensiones.
Señorito D. Diego dijo el pícaro no me comprometeré yo a decirle dónde está, manque me diera esos cuatro soles de plata mejicana, porque María Encarnación salió de aquí con Currito Báez, y tomando hacia la calle del Torno de Santa María... cétera, cétera. Entraron varios majos ya de nosotros conocidos, y D. Diego les convidó a beber, lo cual lejos de molestarles les causó muchísimo agrado.
Palabra del Dia
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