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Actualizado: 27 de junio de 2025
Así se atormentaba D. Luis con encontrados pensamientos que se daban guerra, cuando entró Currito en su cuarto, sin decir oxte ni moxte. Currito, que no estimaba gran cosa a su primo, mientras no fue más que teólogo, le veneraba, le admiraba y formaba de él un concepto sobrehumano desde que le había visto montar tan bien en Lucero.
Espero adquirir de aquí a mañana tanta destreza como mi maestro. Empezamos a tirar. ¡Oh, qué fuerte está usted, amigo! dijo al recibir una estocada medianilla. No estoy mal, no. ¡Pobre Currito Báez! Sí. ¡Pobre Currito Báez! Mañana veremos.
Tremendo es uno de ellos por su obstinación y ferocidad. Es su nombre Currito el Guapo, y es hermano de la estanquera, mujer también de notable mérito, muy joven aún y famosa por su hermosura y gallardía. Currito, tan celoso de su honra como los galanes de Calderón en las comedias de capa y espada, no consiente que nadie requiebre a la estanquera si no viene con la buena fin.
Se sonaba, no obstante, en el lugar que el verdadero objeto del amor de Currito era la maestra doña Ramona, la cual no había cumplido aún cuarenta años, estaba colorada y sana, y por los bríos y robustez de sus frescas y apretadas carnes era una bendición de Dios y daba gloria verla.
Yo le ayudaré a usted en esa empresa, que no será fácil por desgracia. No lo será... veremos repuso exaltado después de beber con ardiente anhelo . Yo le ayudaré a usted a matar a Currito Báez. Sí, le mataré; así tuviera mil vidas.
Yo quiero matar a ese hombre, o que él me mate a mí. No, a él, a él. ¡Pobre Currito Báez! Le mataré, le mataré, sí exclamaba yo con furor, poniendo mi puño cerrado en el pecho de lord Gray . ¿No siente usted cómo baila el mundo bajo nuestros pies? El mar entra por esa ventana. Ahoguémonos juntos y todo se concluirá. ¿Ahogarme? No dijo el inglés . Yo también amo.
Me mortifica, me pone nervioso y colérico el ver que hay alguien que posee una parte de mi secreto. Ahora no pensemos más que en Currito Báez. Amigo, siento deseo irresistible, anhelo profundo de matar a un hombre. Yo también. ¿Cuándo le despachamos? Mañana por la noche se lo diré a usted. ¿Quiere usted que le ejercite un poco en la esgrima? Nada más oportuno. Vengan los floretes.
Currito tiene buena voz y mejor estilo y cantará las coplas. No fue menester decir más. El organista tocó un fandango estrepitoso. Doña Marcela y Rosita bailaron con gracia y primor, repiqueteando las castañuelas. El maestro Raimundico, la tía Pepa y doña Ramona batieron palmas. Fue tal el estruendo que armaron que no parecía que hubiese allí siete sino setecientas personas.
El estado de D. Luis, después de las agitaciones de todo aquel día, era el de un hombre que tiene fiebre cerebral. Currito y el capitán, cada uno de un lado, le agarraron y llevaron a su casa. D. Pedro de Vargas se levantó sobresaltado cuando le dijeron que venía su hijo herido.
El conde iba a lanzarse sobre D. Luis para destrozarle si podía; pero la opinión había dado una gran vuelta desde aquella mañana, y entonces estaba en favor de D. Luis. El capitán, el médico y hasta Currito, ya con más ánimo, contuvieron al conde, que pugnaba y forcejeaba ferozmente por desasirse. Dejadme libre; dejadme que le mate decía.
Palabra del Dia
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