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Actualizado: 1 de junio de 2025


El respetable Butrón acogía aquellos homenajes con majestuosa sonrisa, y temiendo ver entrar de un momento a otro a Currita, recomendó de nuevo a los íntimos la mayor discreción, con respecto a esta; era necesario ocultarle el plan de la junta y entusiasmarla con la idea del baile, haciéndole creer que con ello ponía el partido en sus manos el éxito del proyecto.

La duquesa salió entonces a la palestra, y con habilidad mujeril disparó el más certero saetazo, sirviéndole de ballesta una mentira muy gorda. Después de todo dijo , no hay que apurar mucho a Curra, porque si ella no puede dar el baile, Isabel Mazacán se compromete a darlo... El tiro dio en el blanco, y Currita soltó al pronto la prenda.

Mas la Valdivieso, riendo como una loca, le dijo: Pero, mujer, no seas tonta, póntelos... Lo tomarán por una originalidad, y mañana tienes ya la moda en planta. ¡Pues es verdad! exclamó encantada Currita.

Echáronse todos encima con grande furia y él comenzó a soltar a diestro y siniestro enormes desvergüenzas, mientras Currita, con altivez de reina ofendida, llamaba a Fritz el lacayo y dábale orden de ir al punto a Loyola para anunciar al superior que la señora condesa de Albornoz iría de dos y media a tres a visitar la casa y el Santuario.

Kate lo pagaría en la tienda, y ella se olvidaría, de seguro, de pagarlo a Kate; porque en estas cosas de pagar era la duquesa mujer muy distraída... Al salir Kate, avisó que el señor marqués había vuelto. Dispensa un momento, Beatriz exclamó vivamente Currita . Voy a decir adiós a Fernandito. La duquesa hizo un gesto de complacencia íntima ante la ternura conyugal de su amiga.

¿Pero no te dije que fueras a hablarle?... ¿Que en todo este negocio no había que soltar por escrito una sola letra?... ¿Lo ves, Fernandito?... Villamelón retrocedió un paso como quien espera un cachete, y Currita adelantó otro, diciendo después de una pausa: ¿Y dijo que iba a... a... a presentarme esa carta? Eso decía Velarde. ¿Estás seguro?... Segurísimo.

Jacobo y Currita ocuparon el pescante, tomando aquel esta vez las riendas, y colocáronse los demás en el mismo orden en que habían venido.

Pero Butrón, que no cabía en de gozo al ver que su pifia diplomática quedaba orillada, se apresuró a detenerla, llevándosela al hueco de una ventana, donde por algún tiempo dialogaron vivamente. Mientras tanto, Currita, con la vaga mirada fija en el espacio, como era siempre su extraña costumbre mientras hablaba, no los perdía de vista, trazando al sino tiempo su itinerario.

Por primera vez después de la espantosa catástrofe sonrió Currita, con aquella sonrisa de diablillo, señal en ella de alguna idea feliz que pasaba por su mente.

Currita quiso descorrer uno de ellos, tirando violentamente del cordón de seda que a lo largo de la pared bajaba desde lo alto; mas la cortina rechinó sin descorrerse, y podrido sin duda el cordón, rompióse por arriba, cayendo sobre Currita enroscado, cual si fuese una larga y delgada serpiente.

Palabra del Dia

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