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Actualizado: 22 de junio de 2025
Hablaba de la decadencia de su poeta con la conmiseración de un ser fuerte y sano. Se aterraba al pensar en los años que podría sobrevivir á su señor. Ocupada en cuidarle, no se miraba á ella misma. Un año después, el capitán encontró en Port-Said, á la vuelta de las Filipinas, una carta de su padrino.
Iremos a cuidarle si cae enfermo en cama, y cuando no, vendrá él a almorzar, a comer y a charlar con nosotros todos los días. Doña Luz insistió en irse a su casa; pero D. Acisclo siguió oponiéndose, y fue menester que doña Luz cediera, ofreciendo gustosísima su casa para que en ella viviese el Padre.
Tal vez entendió que casarse con aquel viejo era consagrar su vida a cuidarle, a ser su enfermera, a dulcificar los últimos años de su vida, a no dejarle en soledad y abandono, cercado sólo de achaques y asistido por manos mercenarias, y a iluminar y dorar, por último, sus postrimerías con el rayo esplendente y suave de su hermosura y de su juventud, como ángel que toma forma humana.
¡Vea usted esto!, dijo Clementina riendo; presumes, á lo que parece, de tener buen golpe de vista!... ¡Hele aquí garantido por Herminia; no hay más que hablar! ¡Oh! tía mía, usted se burla y eso no es caritativo. Bueno; tampoco yo quiero mal á tu protegido. Vamos á cuidarle.
Luego el muy papanatas, hizo lo que todos los gallos, lo que todos los gallos que están de mal humor... siguió Perico riendo a su vez . Si había de ponerse agradable, de decirle algo a la pobre chica... le soltó una filípica como para ella sola, para ella sola, porque no se había vuelto a Miranda de Ebro, de Ebro, a cuidarle la pata desencolada... También sólo a él se le ocurre desmayarse por una torcedura, y no telegrafiar a su mujer avisándola.... Y le preguntó con un aire trágico, trágico: «¿dónde anda tu solícito acompañante?» Estaba el hombre celestial.
Durante algún tiempo se creyó llamada a desempeñar cerca de él los oficios de hermana de la caridad, a cuidarle con afectado cariño para hacerle menos insoportable aquel terrible castigo. No tardó mucho en fatigarse.
Me estás haciendo creer que no hay Dios, que portarse bien y portarse mal todo es lo mismo». La compasión venció a la delincuente y se mostró tan afable aquella tarde y noche, que Maximiliano hubo de tranquilizarse. El pobrecito estaba destinado a no tener rato bueno, pues a punto que su espíritu recibía algún alivio, se le inició la jaqueca. La noche fue cruel, y Fortunata esmerose en cuidarle.
Palabra de honor. Me ha dicho que si usted continúa enflaqueciendo de ese modo, se va a ver en la precisión de darle calabazas... Dice ella, y a mi ver tiene razón, que quiere casarse con un hombre, no con un pájaro disecado de la calle de la Mar. Vaya, don Alfredo, no la tome usted siempre conmigo. Pues a comer. Tengo encargo de cuidarle a usted... y las órdenes de las damas son sagradas.
Amo a los obreros, su alimento y sus costumbres y terminó con acento vehemente, mientras que sus lágrimas caían : Soy la novia de un obrero que vivirá junto con mi padre y que me ayudará a cuidarle. Godfrey fijó la vista en Nancy; tenía el rostro encendido y sus ojos dilatados le ardían.
Si algún día tuviera yo casa, quisiera conservar esta cama. ¡Dios mío, qué será de mí!... Juan... Aunque no me tocara nunca...; pero sentirle cerca..., verle todos los días..., saber lo que piensa..., cuidarle..., que me hable con cariño... ¿Por qué encontrarán otras mujeres quien las quiera?...»
Palabra del Dia
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