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Actualizado: 26 de julio de 2025
Unos permanecían inmóviles, presentándole el dorso; otros tenían los ojos bajos y hablaban quedamente, con susurro de misterio. Dos ó tres de ellos cruzaron al fin sus miradas con la del capitán. Tenían en las pupilas un brillo de cólera naciente. Desvanecida la primera sorpresa, parecían dispuestos á levantarse, cayendo sobre el recién llegado.
27 Y Joab respondió: Vive Dios que si no hubieras hablado, ya desde esta mañana el pueblo hubiera dejado de seguir a sus hermanos. 28 Entonces Joab tocó el cuerno, y todo el pueblo se detuvo, y no siguió más a los de Israel, ni peleó más. 29 Y Abner y los suyos caminaron por la campiña toda aquella noche, y pasando el Jordán cruzaron por todo Bet-horón, y llegaron al real.
Por encima de todo, como sentimiento más vivo, asomaba el odio profundo contra el miserable capellán y un deseo irresistible de vengarme de él a toda costa. ¡Quién sabe los proyectos asesinos que en un instante cruzaron por mi imaginación!
Al pasar por delante de los dos hombres para ir a saludar a Pepa, las miradas de los esposos se cruzaron rápidamente como relámpagos tristes y siniestros. El rostro de Osorio, ordinariamente sombrío, bilioso, estaba ahora imponente de ferocidad. No fué más que un instante.
Un monaguillo fue a despabilar los cirios que ardían en torno de la imagen de Jesús, y de pie sobre el altar, con su cabeza rapada y sus ojos maliciosos, hizo muecas profanas a otros chicos que sus madres tenían orando de rodillas. Algunos clérigos salieron de los confesonarios y cruzaron hacia la sacristía a paso largo.
Despreciaba de antemano á la suerte, vencida por él. «¡Ah, perra!» Iba á vérselas con un hombre. De un tirón arrancó la silla en que había puesto otro su mano, y se sentó á una mesa de ruleta, entre dos viejas, sucias y mal vestidas, con aspecto de brujas. Los empleados cruzaron su asombro en forma de discretas ojeadas. ¡El príncipe apuntando, y á aquella hora!... Hagan sus juegos...
Todo en su persona resultaba magnífico y parecía iluminar las cosas con su contacto. Tal vez su rostro estaba más exangüe y anguloso, pero Miguel se imaginó que irradiaba cierto esplendor interno, compuesto de satisfacción y de orgullo. Una especie de máscara impalpable, de envoltura astral, le hermoseaba, dándole una segunda fisonomía, apolónica y triunfadora. Se cruzaron sin saludarse.
La suegra pareció crecerse, saliendo de su tímido encogimiento. Su mirada se posó sobre personas y cosas con grave lentitud, como si las reconociese de nuevo. Había visto mucho. Sus primeras palabras de amor con el fabricante Delfour se cruzaron en 1870, durante el sitio de París. Luego, de recién casada, había presenciado la tragedia de la Commune.
Estas y otras reflexiones cruzaron por mi mente al subir detrás del lacayo la ancha escalera de mármol y ser introducido en el gran salón oro y blanco, cuyas paredes estaban tapizadas por entrepaños de seda color rosa pálido, mientras sus cuatro grandes ventanas tenían vista sobre la plaza.
La miré largo rato a ojos descubiertos porque la veía muy bien, y porque cuando el hombre está así en tensión de aspirar fijamente un cuerpo hermoso, no recurre al arbitrio femenino de los anteojos. Comenzó el segundo acto. Volví aún la cabeza al palco, y nuestras miradas se cruzaron.
Palabra del Dia
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