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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Rosalía suplicó con más vehemencia que el día anterior, y Torquemada negaba y negaba y negaba, acentuando su crueldad con la pavorosa aparición de la rosquilla en el espacio comprendido entre las miradas de los dos interlocutores. La Pipaón confió a las lágrimas lo que no habían podido conseguir los suspiros.
Hubo un largo silencio entre los dos. Ulises parecía ofendido por la ligereza y la crueldad de su acompañante.
Pero no permitía que su marido le preguntase siquiera por su estado, y un día le respondió con una crueldad sangrienta: Esto va bien, sufro mucho. Don Diego sacó la cabeza por la ventanilla y sus lágrimas cayeron sobre las ruedas. El viaje duró tres meses, sin cambiar ni el humor ni la salud de Germana. No estaba mejor ni peor: arrastraba la vida.
El deseo de partir el dolor le apretaba la garganta con angustias de muerte.... Y no podía, no podía hablar.... Era una crueldad de su madre no adivinar los tormentos del hijo. Doña Paula le miraba como los demás, como la gente con que había tropezado en la calle, sin conocer que moría desesperado. ¡Y no podía él hablar!».
De lance en lance #vine a parar en casa de un autor de comedías# y con una compañía llegué a esta ciudad de Valladolid, donde en un entremés me dieron una herida que me llegó casi al fin de la vida; no pude vengarme, por estar enfrenado entonces, y después, a sangre fría, no quise; que la venganza pensada arguye crueldad y mal ánimo.
Su compasión, pues, se fijaba principalmente en aquellos infelices animales, que, después de haber hecho grandes servicios a sus amos, contribuido a su lucimiento y quizá salvándoles la vida, hallaban por toda recompensa, cuando la mucha edad y el exceso del trabajo habían agotado sus fuerzas, una muerte atroz, que por un refinamiento de crueldad les obligan a ir a buscar por sí mismo: muerte que su instinto les anuncia, y a la cual resisten algunos, mientras otros, más resignados, o más abatidos, van a su encuentro dócilmente, para abreviar su agonía.
¡Dios mío, Lolita! exclamó Fuentes . Si usted, como es ahora, causa tales estragos en los corazones masculinos, ¡qué va a suceder cuando lleve cuatro o cinco meses con un régimen de arsénico! Señor Ballesteros, no consienta usted que lo tome: es tratarnos con demasiada crueldad.
Dijo esto el viejo con la certidumbre de la adulación, convencido de que el prestigio de su príncipe era tal, que forzosamente había de turbar a toda mujer. Pero a Rafael, estas palabras, después de la escena de la tarde anterior, le parecían una crueldad. Don Andrés se puso serio de repente, como si ante sus ojos pasase una pavorosa visión y añadió con tono respetuoso: Pero no: fuera bromas.
No puede ser mayor la crueldad, que despues de haber vencido y muerto su contrario, degollar y despedazar los vencidos, en quien no pudiera haber resistencia, despues de perdida su cabeza, en admitir á Rocafort, y obedecelle; pero su soberbia y arrogancia fué tanta que no hacia ya la guerra á sus enemigos, sino á su propia naturaleza, y solicitaba á los Turcos, y Turcoples para que inhumanamente acabasen todos los del vando de Berenguer, sin excepcion alguna de persona.
D. Luis entonces, con acento grave y reposado, dijo: Señor conde, yo no tendría inconveniente en fiarme de la palabra de un caballero y en llegar a ser su acreedor, si no temiese perder su amistad que casi voy ya conquistando; pero, desde que vi esta mañana la crueldad con que trató Vd. a ciertos amigos míos, que son sus acreedores, no quiero hacerme culpado para con Vd. del mismo delito.
Palabra del Dia
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