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Actualizado: 25 de junio de 2025


Un hombre alto y delgado rompía el hielo con el extremo de la lanza, mientras su caballejo bebía, con el cuello estirado y las crines caídas, en forma de barba, sobre la cara. Otros, que habían echado pie a tierra, separaban la nieve y señalaban al bosque, como manifestando que era aquél un buen sitio para establecer el campamento.

Traía en las muñecas unas cuentas de vidro, pero a él le dieron vislumbres de preciosas perlas orientales. Los cabellos, que en alguna manera tiraban a crines, él los marcó por hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo resplandor al del mesmo sol escurecía.

Otras veces eran las yeguas de larga cola y sueltas crines que temblaban un momento con salvaje sorpresa al ver al jinete y huían monte arriba con violentas ondulaciones de ancas. Los potros las seguían, con las patas grotescamente cubiertas de pelo, como si llevasen pantalones. Rafael miraba asombrado a los zagales nacidos en la sierra.

De relieve está allí la ciudad modelo de La Plata, que apareció de pronto en el llano silvestre, con ferrocarriles, y puerto, y cuarenta mil habitantes, y escuelas como palacios Y cuanto dan la oveja y el buey se ve allí, y todo lo que el hombre atrevido puede hacer de la bestia: mil cueros, mil lanas, mil tejidos, mil industrias: la carne fresca en la sala de enfriar: crines, cuernos, capullos, plumas, paños.

Hasta entonces había permanecido mudo, en una butaca vieja, cuyas crines por innumerables agujeros se salían: allí estaba, con aspecto de esfinge, acentuado por la singular expresión de su rostro severo. Creo que ha llegado la ocasión de describir á este personaje, el más importante sin duda de los cuatro, y voy á hacerlo.

Iba, en fin, a brindar el reposo, la comodidad que alababa Confucio, a la familia Ti-Chin-Fú, y esa familia evapórase como el humo, y otras familias surgen aquí y allá vagamente, al Sur y al Oeste, como claridades engañosas. ¿Y tenía que ir a Cantón, a Ka-ó-lí, a exponer otra oreja a las piedras brutales, huir aún por caminos descampados, agarrado a las crines de un potro? ¡Jamás!

Otras estaban quemadas por el sol, como insectos que acabasen de rozar el fuego. Las banderas dejaban entrever con las palpitaciones de su temblor leños negros que eran cruces. Sobre estos maderos aparecían kepis obscuros, gorros rojos, cascos rematados por cabelleras de crines que se pudrían lentamente, llorando lágrimas atmosféricas por todas sus puntas.

Corrí a la gradería de bambú que daba al patio. Rompí la valla, y penetré en la cuadra. Mi caballo, preso en las tinieblas relinchaba, tirando furiosamente del cabestro. Salté sobre él, sujetándole por las crines. En este momento, por el postigo de la cocina que había saltado en astillas, penetró una horda armada de linternas, lanzas, clamando delirante.

Efectivamente, desde mi sitio no percibo más que el chapoteo del agua y la voz del guarda que llama a sus caballos, diseminados en la orilla. Todos tienen retumbantes nombres: «¡Cifer!... ¡L'Estello!... ¡L'Estournello!»... Cuando se oye nombrar cada bruto, corre dando al viento las crines, a comer avena en la misma mano del guarda...

El crucero, a poca distancia, levanta sus brazos de piedra manchados por el oro viejo del liquen.... La yegua, de improviso, respinga, tiembla, se encabrita.... Julián se agarra instintivamente a las crines, soltando la rienda.... En el suelo hay un bulto, un hombre, un cadáver; la hierba, en derredor suyo, se baña en sangre que empieza ya a cuajarse y ennegrecerse.

Palabra del Dia

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