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Actualizado: 29 de septiembre de 2025


Después de acariciarle su enorme cabeza, volvió a recuperar lo que había dejado sobre el banco y prosiguió su marcha, siempre abrumada por la fatiga, poseída por triste desaliento, pero satisfecha y sonriente al mirar a sus dos pequeñuelos, cruz abrumadora que arrastraba en el calvario de la miseria. Juanito creyó despertar ante aquella aparición.

En suma, un gran señor y un artista de exquisita sensibilidad, al mismo tiempo que un soldado. El conde no podía admitir el silencio de Desnoyers. Era su comensal, y creyó del caso hacerle hablar para que interviniese en la conversación. Cuando don Marcelo explicó que sólo hacía tres días que había salido de París, todos se animaron, queriendo saber noticias.

Rafael creyó varias veces oír en la ribera, a lo largo de los cañaverales, ruido de cañas tronchadas, pasos cautelosos de gente que les seguía. Calla, alma mía. No cantes; te van a conocer. Adivinarán quién eres. Llegaron al ribazo donde habían embarcado. Leonora saltó a tierra; quería ir sola hasta casa; se separarían allí. Y la despedida fue dulce, lenta, interminable. Adiós, amor; un beso.

El último emperador intentó asesinar al profeta; pero éste poseía la fuerza, y creyó llegado el momento de pasar de las palabras á la acción. Había traído del otro mundo los explosivos y las armas de fuego.

Y entonces, a tan gran distancia del bello angelito, creyó faltar a su propósito escribiendo en aquella postdata la palabra beso, y borrándola con grandes tachaduras, puso en su lugar: «A Monina, que le llevaré un muñeco que dice papá y mamá». Después escribió en el sobre: Mme. Villa María. Biarritz.

Y se dejó arrastrar por la caricia de fiera, con el pensamiento perdido y el cuerpo inerte y resignado, lo mismo que el náufrago que desciende y descienda las infinitas capas del abismo, sin llegar nunca al fondo. Creyó después de este beso que sus otros deseos iban á realizarse inmediatamente. Lo más difícil del camino ya estaba andado.

Sus palabras son órdenes que jamás comenta, de aquí el sucedido de dar á un sastre un pantalón de modelo con un remiendo y hacer siete que se le habían encargado con siete remiendos iguales. A la capitana Ramona se la pidió chocolate con leche y en el fanatismo de la obediencia creyó de muy buena fe que lo más corto era sustituir los labios del chico por la boca de la chocolatera.

Por fortuna vió á Cpn. Tiago pasar acompañado de la tía Isabel; él los conocía desde San Diego y en su alegría creyó haber visto en ellos casi á unos compoblanos. Siguió al coche, lo perdió de vista, preguntó por su casa y como era precisamente el día en que María Clara acababa de entrar en el convento y Cpn.

Pudo don Carlos avanzar todavía algunos pasos, pero Manos Duras disparó contra él, pasando el proyectil tan cerca de su rostro, que por un momento se creyó herido. Entonces Rojas se dejó caer para presentar menos blanco, y fué arrastrándose, con el revólver en la diestra.

Pero esta dicha es poco duradera, porque Don Héctor lo cita á singular combate; depone entonces su espada y sus regias insignias, y le dice que el Demonio se lo lleve si ha sido alguna vez un héroe; que creyó vivir sosegado y tranquilo llamándose Aquiles; pero que sabiendo ya que ha de pelear, renuncia á su dignidad y prefiere la vida.

Palabra del Dia

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