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Actualizado: 29 de junio de 2025


Embebióse más en la puerta, y desenvainó su puñal. Cosme, hijo, síguelos dijo una voz muy conocida del tío Manolillo ; yo me quedo aquí; abajo en la plaza están los otros; quitadle lo que lleve, y que no se diga que os ponen miedo esos fanfarrones de los coletos encarnados. Alejáronse los pasos, y se perdió la voz á lo largo de los estrechos corredores.

Pasado algún tiempo fué nombrado visitador del arzobispado y administrador del hospital de San Cosme y San Damián, llamado de Las Bubas, cargo que el cabildo de la ciudad le concedió con general aprobación de sus individuos.

D. Miguel se plantaba en casa de Cosme, cogía a Marcelino por las orejas, le daba tres bofetadas de cuello vuelto, y a los quince días, quieras o no, los tenía casados. Que Ramón el confitero le negaba a D. Cipriano dos mil reales que éste le había prestado sin recibo.

En vista de lo cual, sumariamente averiguado, y teniendo de ello conocimiento el rey, mandó su majestad que esta sumaria pasase á un alcalde, el cual alcalde mandó que fuesen presos donde fuesen habidos los expresados don Juan de Guzmán, Luisa Robles, Inés Martínez, Cosme Aldaba y Cristóbal Cuero, por delito de robo y otros, cometidos contra la hacienda y en la honra y en otros extremos y particulares del cocinero mayor de su majestad.

Hice un ademán para que no siguiese adelante, levantando los hombros y alargando la mano hacia él. Usted no me conocía dije gravemente. Eso es, no le conocía a usted. Yo quisiera enmendar mi falta. Basta que me lo recomiende mi amigo don Cosme para que yo le sirva en cuanto pueda.

Gasta lindas corbatas.... ¡Es natural! ¡No había de usar harapos de seda, como ese pañuelo raído y sempiterno que lleva usted al cuello, a manera de dogal, amigo don Cosme! No hay que divagar. Sigamos con el capítulo primero. Pregunto: ¿de qué viva ese joven? ¡Pues de lo que en su casa le dan!

Así fueran todos como vos, padre, porque desde hace tres días todos me están haciendo daño. Tranquilizáos, que yo os protegeré contra todos. ¿Y mi mujer y mi hija? ¿Y el galopín Cosme Aldaba? ¿Y don Juan de Guzmán? dijo el cocinero recayendo en su pensamiento fijo. Ya hablaremos de eso. Sentáos aquí, junto al fuego, que hace frío, y si tenéis apetito pediré de almorzar.

¡Bah! bien lo ha querido y me ha ofrecido dinero. Pero poco; ¿no es verdad? Es muy mísero. Vamos, yo soy muy rico y muy generoso: ¿quieres ser mi querida? ¡Señor! No tendrás que casarte contra tu voluntad, y mucho menos con ese escuerzo de Cosme Prieto. ¿Pero qué dirán mis padres? Vamos, toma esta buena bolsa de doblones de oro. ¡Señor! ¿No la quieres? ; , señor. Pues entonces tómala.

Esta es la verdad: creían, como el muchacho, que el mancebo estaba en camino de ganar el oro y el moro. «¡Cómo el jefe lo quiere tanto dirían pronto le señalará sueldo, y buen sueldo! Entonces será otra cosa». Pero.... repuso Castro Pérez. ¡Por Dios, Don Quintín! exclamó don Cosme. ¡No hay pero que valga! continuó el escribano. ¡Esa es la verdad! ¡La pura verdad! ¡Eso pasa todos los días!

Ahora vamos al punto segundo ¿Sabe usted, don Cosme, por qué los jóvenes de Villaverde no son un modelo de buenas costumbres? Pues... por la sencilla razón de que aquí no hay trato social; porque aquí ni los hombres tratan a las mujeres ni las mujeres a los hombres. Viven separados los sexos.

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