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Actualizado: 29 de junio de 2025
Y declarará que don Juan de Guzmán era su amante, que la dió unos polvos, que ella los dió al galopín Cosme Aldaba, que, en ausencia de su marido, le introdujo en la cocina.
Tomaba asiento en el banco monacal. A poco, después de ofrecerme un tuxteco y de encender el suyo, se soltaba: ¿No ha venido Linares? ¿No ha venido el gran tartufo? ¿Qué dice el doctor? ¿No pasó por aquí esta mañana? ¡Tal para cual! El uno, hipocondriaco, quejándose todos los días de una nueva enfermedad; el otro, listo para recetar y sacar los pesos al don Cosme.
Nadie como Porras para dar un buen consejo; ninguno mas discreto y atinado para el arreglo de un asunto grave; nadie como mi amigo para hacer un beneficio, sencilla y noblemente, del modo más natural, sin lo repugnante y forzado que tienen en Villaverde la abnegación y el desprendimiento. Buen contraste hacía Porras con Castro Pérez y con don Cosme.
Ven acá, hereje y mal nacido; ven acá y huele, y dime si esto huele á capón relleno. Y asió á Cosme Aldaba del cogote, le llevó á la hornilla y le hizo meter casi las narices en la cacerola. Después le arrojó de sí y le plantó cuatro ó cinco cintarazos. Aldaba huyó dando gritos.
¿Y por qué ha huído mi mujer con mi hija y con el sargento mayor don Juan de Guzmán, y con Cosme Aldaba, pinche de la cocina, y con Cristóbal, paje de la reina... robándome?... Yo me informaré, me informaré... y veremos.
Veamos claro; decía lleno de fuego el amigo Quintín, veamos, don Cosme; veamos claro, don Juan: ¿se quejan ustedes de que hay en nuestra tierra muchos jóvenes holgazanes? Pues voy a explicar la causa de todo eso. ¡En dos palabras! ¡En dos palabras! No; en dos palabras no; pero veré de explicarlo brevemente.
Encendió el apagado puro, tomó aliento, se pasó la mano por los bigotazos, y prosiguió en tono dulce, persuasivo, apacible, como si quisiera agradar a sus interlocutores: Vean ustedes: el mundo siempre ha sido mundo; corrupción la hubo siempre; por algo mandó Dios el Diluvio. ¿Quién se atreve a tirar la primera piedra? ¿Vamos, quien? ¿Usted, Licenciado? ¿Usted, mi señor don Cosme?
De aquestos cuatro, dos, el uno Luna, El otro Cosme, juntos han salido A tierra, y travesando una laguna, Al fin
Dime: Esperanza, la doncella de la duquesa, ¿tiene amante? Sí, señor dijo el lacayo , y está para casarse. ¡Malo! dijo para sí el duque ; ¿y con quién se casa Esperanza? ¿Con quién ha de ser, sino con el señor Cosme Prieto?... ¿Quién es ese Prieto? El ayuda de cámara del duque difunto. ¡Ah! ¿un vejete?... Sí, señor. ¿Y con ese se casa doña Esperanza?
Palabra del Dia
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