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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Entre aquella multitud de papeles encontré uno que hirió mi vista; era el fragmento de una carta desgarrada. Sólo pude ver en él palabras sueltas, frases cortadas; pero la letra era de Teobaldo, y dirigida a Carlos. He aquí su contenido: »¿Qué buscas, pues?... ¿Qué esperas?... insensato... Seis meses de dicha... dices, ¡y luego morir!... ¡Morir, ingrato!... ¿Y ella?... porque no te hablo de mí...»
Aquestas cinco cañas, que cortadas Fueron en la luna llena por mi mano, En esta misma forma acomodadas, Lo que quiero harán fácil y llano. Tambien estas cabezas arrancadas Del gavilo, serpiente en el verano, Hasta en la obra me aprovechan, Y aun estos granos si en el suelo se echan.
Pequeña y corta, la primera parece un tambor mayor con las piernas cortadas, pues goza de una estatura desmesuradamente larga, con relación a los miembros inferiores. En pie es una enana; sentada parece inmensa. Su voz, retumbante, hace eco en todos los departamentos que tienen la suerte de recibirla; habla alto y firme y no admite que se discuta con ella.
Los feligreses de Julián son pobres pastores: en vísperas de fiesta y tiempo de oblata le obsequian con leche de cabra, queso de oveja, manteca en orzas de barro. Hablan dialecto cerradísimo, arduo de comprender; visten de somonte y usan greñas largas, cortadas sobre la frente a la manera de los antiguos siervos.
Le molestaba verlos instalados en su tierra, tener que pasar junto á ellos diariamente, sin protesta y sin agresión, respetándolos porque así lo exigían las leyes. Gustaba en las mañanas de circular por la Rambla ante los puestos de las floristas. Podía pasearse entre dos muros de flores recién cortadas que guardaban aún en sus corolas el rocío del amanecer.
Hubo lenguas y manos cortadas, cuerpos descuartizados, horca y garrote vil. Areche autorizó barbaridad y media. Con el suplicio del Inca, de su esposa doña Micaela, de sus hijos y hermanos, quedaron los revolucionarios sin un centro de unidad.
No podía sosegar; tenía ahora más miedo que en los primeros años de casamiento, cuando las corridas eran para ella como pedazos de existencia que le arrancaban la inquietud y la temerosa espera. Le decía el corazón, con ese instinto femenil pocas veces erróneo en sus temores, que iba a ocurrir algo grave. Apenas dormía; pensaba con miedo en las horas de la noche cortadas por sangrientas visiones.
Alzose de la silla y comenzó a dar vueltas por la estancia agitando el sombrero con frenesí. Todo su amor, sus tristezas y anhelos, los pensamientos todos que ocupaban su mente desde hacía tanto tiempo salieron de golpe en frases cortadas, incoherentes, que resonaron lúgubremente en la sala como la confesión de un reo en capilla.
Sobre la márgen izquierda, la ciudad se extiende al pié de la montaña de Koenigsstuhl, orillando en su longitud el rio, subiendo en plano inclinado hácia la cinta magnífica de verdura que cubre la montaña donde yace el Castillo, y compuesta casi únicamente de dos larguísimas calles paralelas al rio, cortadas por muchas trasversales de aspecto generalmente triste.
Derrumbáronse á puntapiés las bóvedas de cañas por las cuales trepaban las verdes hebras de las judías tiernas y los guisantes; cayeron las habas partidas por la furiosa hoz, y las filas de lechugas y coles saltaron á distancia á impulsos del agudo acero, como cabezas cortadas, esparciendo en torno su cabellera de hojas.... ¡Nadie se aprovecharía de su trabajo!
Palabra del Dia
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