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Y bastaba que diese un paso atrás, para que el populacho saludase esta precaución con insultos soeces. La noticia de lo ocurrido en Sevilla en la corrida de Pascua parecía haber circulado por toda España. Los enemigos se vengaban de largos años de envidia.

Corrida la costa hasta 49 grados y 15 minutos, no pudieron dar con la entrada del puerto de San Julian, por lo cual hicieron juicio que estaria en menor altura de la que le marcan las cartas; y favorecidos del viento para navegar hácia el estrecho de Magallanes, determinaron correr lo restante de la costa y dejar para la vuelta la entrada en San Julian. La brújula varió 19 grados.

En su rostro se bosquejó una sonrisa, que no hizo en María la menor impresión, como si resbalase en su aspecto glacial, debajo del cual su vanidad herida juraba venganza. El traje de Pepe Vera era semejante al que sacó en la corrida de que en otra parte hemos hecho mención, con la diferencia de ser el raso verde y las guarniciones de oro.

El doctor Ruiz se indignaba de que en nombre de la civilización se anatematizase por bárbara y sangrienta la corrida de toros, y en nombre de la misma civilización se alojasen en un jardín los animales más dañinos e inútiles de la tierra, manteniéndolos y calentándolos con un lujo principesco. ¿Para qué esto? La ciencia los conocía perfectamente y los tenía ya catalogados.

No quería salir a la calle, pensando en las fatigas de la corrida y en la precisión de mantenerse descansado y ágil; no podía entretenerse en la mesa, por la necesidad de comer pronto y poco para llegar a la plaza sin las pesadeces de la digestión.

«El de ocho sílabas es el más famoso, más antiguo, más natural y más comúnSarmiento, Memorias para la historia de la poesía española. Sarmiento cita cuatro párrafos de antiguas crónicas y de leyes alfonsinas, que, si bien escritas en prosa, son verdaderos romances. A la decidida De una corrida Fallé la serrana Fermosa, lozana E bien colorida.

Las banderillas de fuego eran un espectáculo extraordinario, algo inesperado que aumentaba el interés de la corrida. Muchos que protestaban hasta enronquecer estaban satisfechos en su interior de este incidente. Iban a ver al toro asado en vida, corriendo loco de terror por los rayos que le colgarían del cuello.

Verdad es que ni el Tato, ni Cuchares, ni otro de los príncipes de la tauromáquia debian trabajar en Aranjuez; pero estaba anunciado como rey de la fiesta un tal Pepete, espada de segundo órden no sin alguna reputacion. Millares de personas de todas condiciones estaban agrupadas en la estacion del ferrocarril para ir á la corrida.

Llegaban los malos momentos de los días de corrida; la incertidumbre de las últimas horas antes de marchar a la plaza. ¡Toros de Miura, y el público de Madrid!... El peligro, que visto de cerca parecía embriagarle, acrecentando su audacia, angustiábale ahora, al quedar solo, como algo sobrenatural, pavoroso por su misma incertidumbre.

¡Si le han soltado perros traicioneros! clamaba el apoderado desde su asiento, a pesar de que la corrida era de la ganadería del marqués . ¡Si eso no son toros!... Ya veremos en otra, cuando sean bichos nobles de verdad. Al salir de la plaza, Gallardo notó el silencio del gentío. Pasaban los grupos junto a él sin un saludo, sin una aclamación de aquellas con que le acogían en las tardes felices.