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Actualizado: 6 de junio de 2025


Cuando en verano, Gallardo, con toda su gente, iba a un café cantante en alguna capital de provincia, ganoso de juerga y alegría luego de despachar los toros de varias corridas, el Nacional permanecía mudo y grave entre las cantaoras de bata vaporosa y boca pintada, como un padre del desierto en medio de las cortesanas de Alejandría.

Pepe Vera no había cesado de seguir los pasos de María; y como era favorito del público, le había sido fácil penetrar en lo interior del templo de las Musas, no obstante la enemistad que estas han jurado a las corridas de toros. María salía a la escena, al ruido de los aplausos, cuando se dio de manos a boca en el vestuario con Pepe Vera y algunos otros jóvenes.

El comité de su distrito, que había decretado la expulsión del partido de todos los correligionarios que asistiesen a las corridas de toros, por bárbaras y «retrógradas», había hecho una excepción en favor de él, manteniéndole en su cargo de vocal.

Así como en los países españoles y españolizados tenemos las corridas de toros como características, y en los italianos el carnaval, los suizos tienen sus fiestas nacionales ó locales en los nobles ejercicios del patriota, celoso siempre de defender como soldado el derecho que tiene como ciudadano.

Gran parte de su existencia la había pasado oyendo hablar de corridas; pero en los relatos de estas fiestas sólo veía lo externo, lo que ve todo el mundo: los lances del redondel, a la luz del sol, con brillo de sedas y bordados; la representación fastuosa, sin conocer los preparativos odiosos que se verificaban en el misterio de los bastidores. ¡Y ellos vivían de esta fiesta, con sus repugnantes martirios de animales débiles! ¡Y su fortuna había sido hecha a costa de tales espectáculos!...

Por Dios, no anuncies mucho, Gallego, que va á haber corridas suplicaba el comisario . No haga el demonio, ché, que tengamos una desgracia y lo sepan allá en Buenos Aires... Que sea únicamente para los que habitan el campamento. Pero el negocio exigía, por el contrario, una gran publicidad, y de muchas leguas á la redonda iban llegando, á partir del sábado por la tarde, numerosos jinetes.

Todos gustamos de volver la vista atrás, de tarde en tarde, y vivir un poco la vida de nuestros remotos abuelos. La brutalidad hace renacer en nuestro interior fuerzas misteriosas que no es conveniente dejar morir. ¿Que las corridas de toros son bárbaras? Conforme; pero no son la única fiesta bárbara del mundo.

Un rugido que equivalía á un aplauso, acogió sus primeros golpes. Los mineros aplaudieron con las manos, como si estuvieran en las corridas de toros de Bilbao. Protegían con su benevolencia á aquellos partidores de leña, como gente humilde que en nada podía interesarles. En las minas de Bilbao no se partían troncos: podía, pues, concederse algún mérito como leñadores á aquellos rústicos.

Pero así que llegaba la primavera y Juan salía de su casa para torear en las plazas de España, la pobre muchacha, pálida y débil, parecía caer en una estupefacción dolorosa, con los ojos agrandados por el espanto y pronta a derramar lágrimas a la menor alusión. Setenta y dos corridas tiene este año decían los amigos de la casa al comentar las contratas del espada . Nadie es tan buscado como él.

En las orejas le pondrían unos pendientes de Carmen que había comprado el espada en Madrid, invirtiendo en ellos el precio de varias corridas. Al pecho llevaría una cadena de oro doble del torero, y pendiente de ella todas sus sortijas y los gruesos botones de brillantes que se colocaba en la pechera cuando salía a la calle vestido «de corto».

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