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Actualizado: 6 de junio de 2025
Demostrado con toda evidencia deja el señor conde que el espectáculo más nacional en España es el de las corridas de toros. Demuestra además con gracia, discreción y abundante copia de razones que las tales corridas no son feroces, ni inmorales, ni merecedoras de la censura acerba que no pocos sujetos autorizados y varios escritores de nota han lanzado contra ellas en épocas distintas.
Tal vez hay mucho de chiste y de broma en cuanto se alega en favor de las corridas de toros en el precioso libro del señor conde de las Navas. Tal vez en el bellísimo prólogo del mencionado libro, escrito por D. Luis Carmena y Millán, cuya autoridad en tauromaquia es indiscutible y casi infalible, se trasluzca también algo de burla y de ironía.
El espada volvió a Sevilla al finalizar el verano. Aún le quedaban un buen número de corridas que torear en el otoño, pero quiso aprovechar un descanso de cerca de un mes. La familia del espada estaba en la playa de Sanlúcar por la salud de dos de los sobrinillos, cuyas escrófulas necesitaban la cura del mar.
Dejándome yo arrebatar por el antedicho deseo, voy a consignar aquí mi opinión, aunque nadie me la pida, interviniendo en la disputa, con independiente juicio y sin previa inclinación de ningún lado. ¿Las corridas de toros pecan gravemente contra la filantropía o dígase contra el afecto y el respeto que todo ser humano debe inspirarnos? Tal es la primera cuestión.
La historia de todos los que suben aprisa. ¡Tanto que él había trabajado por Juan! ¡Con el tesón que había discutido con los empresarios cuando le ajustaba las corridas de novillos!... Y ahora que era maestro tenía por apodorado a un señor al que había conocido poco antes: un tal don José, que no era de la familia, y al que Gallardo mostraba gran estima por sus prestigios de antiguo aficionado.
En algunos pueblos comienzan las procesiones desde el Lunes Santo, pero lo más común es desde el miércoles; este día a la tarde se cantan en la iglesia las tinieblas con toda la música, con tanta solemnidad como pudieran en una colegiata, en donde es de admirar el oír cantar las lamentaciones y demás lecciones a muchachos de ocho o diez años de edad, aunque no con propiedad latina, porque no entienden lo que leen, ni pueden pronunciar bien el latín, ni el castellano, porque carecen en su idioma de las letras L, F y R, ásperas, pero muy corridas y ajustadas a la música.
No me cuentes otra vez lo de las funciones dramáticas, bailes y corridas de toros organizadas por tu ingenio para alivio de los pobres, ni lo de las rifas, que poniendo en juego grandes sumas, han servido en primer lugar para dar de comer a unos cuantos holgazanes, quedando sólo para los enfermos un resto de poca monta.
Tiene el semblante comunicativo y simpático, la mandíbula fuerte, el mentón cuadrado; este rasgo y la expresión cavilosa del frontal, traducen bien su carácter tenaz, reservado, impenetrable tras el mutismo de las cavilaciones. «Soy dice, como una casa cuyas ventanas tuviesen las cortinas corridas».
Si este martirio de los pobres jamelgos pudiera evitarse, acaso no habría que decir mucho contra las corridas de toros. Y si adoptásemos el toreo portugués, nada habría que decir sino grandes alabanzas, por ser un ejercicio ecuestre en que el caballero y el caballo igualmente se lucen. «EL EXTRA
Las damas y señoritas ponían gran interés en las carreras, examinando el programa, las cotizaciones, los dividendos de las ya corridas, y pidiendo y dando «pálpitos» para las que iban a correrse.
Palabra del Dia
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