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Actualizado: 6 de junio de 2025
Llamábanlo el Parlampán porque en las corridas de toros se presentaba vestido de monigote en la mojiganga o cuadrilla de parlampanes, y desempeñábase con tanto gracejo que se había conquistado no poca populachería. Una tarde se exhibió en el redondel llevando dentro del cuerpo más aguardiente del acostumbrado, cogiólo el toro, y en una camilla lleváronle al hospital.
Error! ¿No ha tolerado y aplaudido la supresion de los frailes que le eran tan queridos, como se decia? Yo pienso de distinto modo. Creo que solo dos poderes suprimirán en España, mejor que los reglamentos, las corridas de toros: las elecciones populares y los ferrocarriles, es decir la actividad de la industria y la locomocion, y la vigorizacion de la vida política.
La gran preocupación de la familia eran las tres corridas de toros, festejo el más ruidoso de la feria. La tertulia tenía ya ultimado sus proyectos. El señor Cuadros compraría un palco de los mejores para las dos familias; y lo mismo las de Pajares que Teresa, proponíanse deslumbar al público con su elegancia.
Los aficionados pobres que no asistían a las grandes corridas por ser cara la entrada, y esperaban al anochecer la salida de El Enano para comentar el mérito de unos lances no vistos, agrupábanse en torno del futuro maestro, protegiéndolo con la sabiduría de su experiencia. Nosotros decían con orgullo conocemos a las «estrellas» del toreo antes que los ricos.
Partía de una ciudad para trabajar en el otro extremo de España, y cuatro días después retrocedía, toreando en una población inmediata a aquélla. Los meses del verano, que eran los más abundantes en corridas, casi los pasaba en el tren, en un continuo zigzag por todas las vías férreas de la Península, matando toros en las plazas y durmiendo en los trenes.
Ella, ayudada de dos o tres señoras de alto linaje, igualmente amantes del prójimo, había logrado celebrar más de veinte funciones dramáticas, otros tantos bailes de máscaras, seis corridas de toros y dos de gallos, todo en beneficio de los pobres.
Prescindamos, no obstante, de comparaciones. No digamos, como D. Hermógenes, que todo es relativo. Y sin exageración veamos lo que se debe sentir, pensar y afirmar de las corridas de toros, no en otro siglo, sino en el nuestro, y no en remotos países, sino en la culta y cristiana Europa, de que forma parte nuestra España.
Por todas las razones que dejo expuestas me atrevo yo a decir que las corridas de toros sobre ser filantrópicas, son patrióticas y regeneradoras, y que, por lo tanto, deben ser aprobadas y hasta celebradas y fomentadas. Veamos ahora si las condena y si justamente las anatematiza la piedad que debe inspirarnos todo ser viviente, sensible al dolor, aunque no sea racional como nosotros.
En una calle de los docks había una barbería frecuentada por los capitanes españoles. La charla pintoresca del barbero, nacido en Cartagena, las láminas de colores fijas en la pared representando corridas de toros, los periódicos de Madrid olvidados en los divanes de hule y una guitarra en un rincón, hacían de esta tienda un pedazo de España para los vagabundos del Mediterráneo.
Ahora bien, señoras mías; ya tienen Vds. lo que les prometí; ya todas se han remozado. Vd. tenía ayer noventa años, ahora tiene cincuenta; Vd. ayer cincuenta, hoy treinta y cinco. Hablando así las despachó a todas tan corridas como puede 30 suponerse.
Palabra del Dia
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