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Actualizado: 19 de mayo de 2025
Todo lo que se puede querer a una persona dijo ella, inclinando la cabeza, que le pesó, sin duda, por una extraordinaria aglomeración de recuerdos. Cordero sintió un nudo en su garganta. Necesitó tragar algo para quitar aquel estorbo y poder decir: ¿Y siempre lo mismo? Siempre le quería lo mismo y no pensaba más que en él, a todas horas, dormida y despierta. ¿Y cuando estaba ausente?
Me confesaré primero. ¿No creo usted que es buena idea? Me parece muy acertada. Vivimos casi de milagro. Es verdad. Ya que nos coja, que nos coja confesados dijo Cordero con algo de sorna. Sí, sí.... Paz con todo el mundo, paz con Dios.... Pronunció estas palabras con gran zozobra, y siguió ocupándose con febril actividad en sus preparativos de viaje.
«¡Ay! hermanos míos continuó el cura , ese antiguo negociante, el digno Kernok, era también un cordero alejado del redil. Ese cordero se encontraba también en países lejanos... y la Providencia le tomó por la mano.» ¡Por la pata! dijo el viejo Durand. ¡Mire que comparar al capitán a un cordero! dijo Grano de Sal poniéndose la gorra delante de la cara. Sin embargo, el predicador continuó: *
Desde mucho tiempo atrás salía de la jaula a tomar con ella el chocolate, se le ponía sobre el hombro, le picaba suavemente en las manos a guisa de caricia, brincaba de aquí para allá sobre los muebles, y cuando tocaban a retirarse se metía otra vez en la jaula tranquilo como un cordero.
El otro dio las buenas noches y se fue a su cuarto para acostarse. Aquella noche, que Cordero contó entre las más infaustas de su vida, no pudo este dignísimo sujeto conciliar el sueño, porque le asaltó, a causa de las últimas palabras de su amigo, un pensamiento tan mortificante que le cambiaría de buen grado por la quebradura de todos los huesos de su cuerpo; de tal modo padecía su espíritu.
También la casa de Gumersindo Arnaiz, hermano de Barbarita, ha pasado por grandes crisis y mudanzas desde que murió D. Bonifacio. Dos años después del casamiento de su hermana con Santa Cruz, casó Gumersindo con Isabel Cordero, hija de D. Benigno Cordero, mujer de gran disposición, que supo ver claro en el negocio de tiendas y ha sido la salvadora de aquel acreditado establecimiento.
El que representaba la persona del glorioso evangelista San Juan, aunque estaba como dormido en el pecho del Señor, como veía que los demás apóstoles comían, de la manera que podía, de cuando en cuando, sacaba la mano y cogía del mejor bocado del cordero, y ayudaba á sus compañeros.
No; el cordero rabioso no era el que había venido a la torre del Pirata a matarle. Sus escandalosas vociferaciones bastaban para demostrarlo. El señor pasó tranquilamente la primera parte de la noche. Luego de cenar, cuando se fue el hermano de Margalida con la triste certeza de que su padre no desistía de llevarlo al Seminario, Jaime cerró la puerta, colocando tras ella la mesa y las sillas.
Diciendo esto clavó los ojos en Salvador examinándole prolija y atentamente de pies a cabeza. Después dio otro gran suspiro y bajando los ojos murmuró para sí: También él se va poniendo viejo. ¿No se necesitan más explicaciones? preguntó Monsalud. No replicó Cordero brusca y desabridamente. Pues yo voy a dar una que creo necesaria.
19 sino con la sangre preciosa del Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya ordenado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postrimeros tiempos por amor de vosotros, 21 que por él creéis a Dios, el cual le resucitó de los muertos, y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sea en Dios.
Palabra del Dia
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