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Actualizado: 20 de junio de 2025


Había que meterla por las bocas de las madrigueras con un cordel en la pata, para tirar de ella cuando se quedaba dormida, ebria de sangre. El Mosco, sin dejar de hablar, sacaba del bolsillo un pedazo de queso, colocábase un pellizco de él entre los labios, y la bicha lo devoraba con grotescas contorsiones. Pero ¡qué rica!

Prevengamos la partida Para que el día tercero Cumpla a tan buen caballero La palabra prometida; Que yo fío dél que allí De nuestro remedio trate. JARIFA. Y cuando no haya rescate Yo daré el alma por ti. Salen ARRÁEZ y ALARA con un cordel y una daga. ARR. Vuelve esas manos atrás, Y confiésame de plano Si te ha gozado el cristiano. ALARA. Digo que hablado no más. ARR. ¿De qué suerte?

Transcurridos algunos días, dijo al vejestorio: Oye, capitalista, lo del corsé lo mismo me da una semana que otra; pero la cama está hecha peazos, y el herrero pide tres duros por componerla. ¿Tres duros? ¡ sabes cómo está, si parece que dan batallas encima! ¿Y ha de ser el herrero? Con un cordel o un alambre la dejo yo más firme que el propio suelo.

Las altas paredes de ladrillo; las rejas enmohecidas y rematadas en cruces; los dos escudos de piedra obscura que ocupaban las enjutas de la puerta, cuyo marco apainelado y con vuelta de cordel parecía remontarse a fecha más antigua que el resto de la casa; las dos ventanas angreladas junto a un mirador moderno; el farol sostenido por pesada armadura de hierro dulce, en cuyo centro se retorcían algunas letras iniciales y una corona dibujadas con las vueltas del lingote; las guarniciones jalbegadas alrededor de los huecos; los pequeños vidrios, las celosías, y la diversidad y variedad de aberturas practicadas en el muro, según las exigencias del interior, le asemejaban a todas las antiguas mansiones de nuestros grandes, bastante desprendidos siempre para gastar en la fábrica de los conventos el gusto y el dinero que exigían las fachadas de sus palacios.

Las disposiciones de este usurpador, mas conformes con la humanidad, le hacian menos aborrecible que á sus capitanes, los cuales llenos de ferocidad, no conocian otra providencia que el cordel ó el cuchillo.

Acaso no sea yo mejor que el último mozo de cordel de Madrid, ora física, ora intelectual, ora moralmente considerado, y con todo, suponiéndome soltero, cualquiera linda dama podría tener aún el capricho de enamorarse de , sin que nadie lo censurara; pero, si del mozo de cordel se enamorase, todo el mundo tendría esta pasión por una extravagancia o por una locura.

Delante del fuego también había algo que, si la cocción hubiera estado algo más adelantada, no hubiera carecido de interés para un hombre cuyo estómago estaba vacío. Era un pedazo de carne de cerdo suspendido del gancho de la chimenea por medio de un cordel pasado por el anillo de una gran llave de puerta, según un método conocido por los viejos dueños de casa en que no hay asador.

La poblacion está dividida en dos barrios: el de arriba, llamado Susúa, que es todo de casas de paja, pero mantenidas con aseo y mucha gracia; y el de abajo, compuesto de dos largas calles muy bonitas, cortadas en ángulos rectos, á cordel, y totalmente formadas por fuertes edificios de mampostería.

Niños y mujeres del pueblo pasaban también, cargados de coronas fúnebres baratas, de cirios flacos y otros adornos de sepultura. De vez en cuando un lacayo de librea, un mozo de cordel atravesaban la plaza abrumados por el peso de colosal corona de siemprevivas, de blandones como columnas, y catafalcos portátiles.

No saludó a nadie; separó a Reyes de un empujón del lado de su esposa; a esta la hizo tenderse sobre el lecho, y en las mismas narices del pasmado Bonis, le pidió tal clase de utensilios, que a él, el padre futuro, se le figuró que lo que el ilustre comadrón exigía eran materiales para fabricar un cordel con que ahogarle al hijo.

Palabra del Dia

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