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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Pensad también que tenemos diez millones que conservar. ¡Pardiez! ¡muchachos, diez millones, o la cuerda! El efecto de esta peroración fue inmediato, y toda la tripulación gritó a la vez: ¡Hurra! ¡Muerte a los ingleses! La corbeta se hallaba entonces tan próxima que se distinguían perfectamente sus amuras y su aparejo.
El casco de la corbeta, pintado de negro con una banda blanca en la obra muerta, se destacó al fin con pureza del fondo obscuro. Los ojos de los espectadores, habituados ya a las tinieblas, veían perfectamente todo lo que pasaba a bordo. Sobre el puente había dos bultos, el del capitán y el del práctico. En la proa uno, el del piloto. ¿Y la escandalosa? gritó de nuevo don Melchor.
Y efectivamente, echaban el dinero en los cañones a puñados, hasta ahogarlos. De este modo pasaron cincuenta mil escudos. Apenas todas las piezas estuvieron cargadas, cuando la corbeta, que se encontraba cerca del brick, maniobró de modo de meter su bauprés en los obenques de El Gavilán; pero Kernok, por un movimiento hábil, evitó el choque y luego se dejó derivar por el inglés.
Sobre todo, por parte de mi madre, por los Aguirres, la genealogía marítima es abundante e inacabable. Mi padre, Damián de Andía, fué también capitán de barco. Murió en el mar, en el Canal de la Mancha. Una noche, cerca del Finisterre inglés, naufragó la corbeta que mandaba, la Mary-Rose; sólo un marino pudo salvarse. A pesar de que yo era muy niño, recuerdo bastante bien a mi padre.
¡Que qué pasa! gritó Kernok con voz de trueno ; ¡que qué pasa, perros! pues que un barco de guerra; una corbeta inglesa que fuerza su aparejo para alcanzarnos... una corbeta que tiene sobre El Gavilán la ventaja de la brisa, porque el viento es más fuerte allá abajo, y sólo nos llegará con ese inglés ¡que mal rayo parta!
Un subcoro de «no, no», por parte de las muchachas, y un «venga el santo y seña» por la del teniente de navío, Coxe, de la corbeta de guerra de los Estados Unidos, El Terror, sirvieron de contestación. «Llamad y se os abrirá». Y cuando descubrí lo errado de mi camino y la preciosidad de la gracia continuó el señor Tomás, vine a darla a mi querido vástago. Busqué por mar y por tierra sin desmayar.
Mira, Zeli, mira, ya tiene su mastelero de foques destrozado: esto promete, muchachos, esto promete; pero es cuando El Gavilán le arañe sus costados con los garfios de abordaje, cuando reirá el inglés. ¡Hurra, hurra! gritó la tripulación. La corbeta no respondió al disparo de Kernok, reparó prontamente sus averías, y se dejó ir sobre el corsario.
De pronto se elevó una ligera humareda, brilló un relámpago, resonó un ruido sordo y una bala silbando pasó cerca del bauprés de El Gavilán. La corbeta empieza a hablar dijo Kernok , es nuestro pabellón el que quiere ver, ¡la curiosa! ¿Cuál hay que izar? preguntó Zeli. Este contestó Kernok , porque hay que ser galante.
Como la generalidad de los barcos de entonces, no tenía puente; su aparejo era de corbeta o brick-barca de mucho volumen. Navegaba en aquel momento en lastre y enseñaba dos pies de cobre fuera del agua. Se llamaba El Dragón, nombre que trascendía a barco pirata.
Embarcose más tarde para la expedición al estrecho de Magallanes en la corbeta Santa María de la Cabeza, que mandaba Don Antonio de Córdova; también se halló en los gloriosos combates que sostuvo la escuadra anglo-española contra la francesa delante de Tolón en 1793, y, por último, terminó su gloriosa carrera en el desastroso encuentro del cabo de San Vicente, mandando el navío Mejicano, uno de los que tuvieron que rendirse.
Palabra del Dia
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