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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Velázquez atajó la disputa llevándose á Frasquito. Todos se despidieron del capitán afectuosamente y de nuevo bajaron la escala, acomodándose como mejor pudieron en las dos lanchas que los habían traído. Una vez en ellas, como el día continuase sereno y el mar sosegado, á uno de ellos se le ocurrió acompañar á la corbeta algún trecho. Se aceptó con regocijo la idea.

La tripulación le comprendió perfectamente; la alternativa era inevitable; así, gracias a las velas de que estaba cargado y a sus vigorosos remeros, El Gavilán comenzó a hacer tres nudos. Pero Kernok no se engañaba sobre la marcha de su buque; veía bien que la corbeta inglesa tenía sobre él una ventaja real, puesto que venía con el viento.

Percibíase ya el bulto de la Bella-Paula a simple vista, y además otros dos o tres puntitos negros cerca de ella, que cambiaban a menudo de sitio. Eran la lancha del práctico y los botes auxiliares para tirar del barco cuando fuese necesario. Como el viento no soplaba apenas, la corbeta mantenía izadas todas las velas.

A dos tiros de pistola, la corbeta envió su última andanada, porque ella también había agotado sus municiones; también se había batido bravamente y también había hecho prodigio de valor durante las dos horas del encarnizado combate. Desgraciadamente, el oleaje impidió a los ingleses apuntar bien, y toda su andanada pasó por encima del corsario, sin hacerle daño.

Varios nos confirmaron que, efectivamente, habían oído hablar hacía unos quince años de un Juan de Aguirre, propietario en Ilo-Ilo y antiguo marino; en cambio, el capitán de la corbeta Mari Galante, Francisco Iriberri, a quien encontramos en una de esas calmas del Océano Índico, al sur de Madagascar, me dió otros datos.

Si esta guerra estallara viviendo alguno de mis hijos ó de mis nietos, deseo que donen al Estado una corbeta armada y equipada, con la condición de que se llame La Savage y la mande un bretón. A cada andanada que descargue sobre la costa de Inglaterra, mis huesos se estremecerán de contento en su tumba. Ricardo Savage, conocido por Laroque

Y empujó con el pie una vieja chaqueta de marinero, cubierta de manchas de vino y de alquitrán. ¡Es raro! dijo el contramaestre, y el guiñapo subió majestuosamente hasta lo alto de la driza. Se supone que la broma pareció un poco pesada a los de la corbeta, porque dos cañonazos partieron casi inmediatamente y las balas hicieron bastantes destrozos en el aparejo de El Gavilán.

Por lo tanto, obrando como un capitán prudente, ordenó hacer zafarrancho de combate, abrir el pañol de la pólvora, llenar los depósitos de balas, subir al puente las picas y las hachas de abordaje, velando en todo con una actividad increíble y pareciendo multiplicarse. La corbeta inglesa avanzaba, avanzaba siempre...

Eso os tienta, ¿no es cierto, bergantes?... mientras que si tratamos de arribar a Bayona o a Burdeos, podemos ver de nuevo Francia y vivir como buenos burgueses con nuestra parte de presa, que no será pequeña, puesto que también nos repartiremos la de esos... añadió Kernok designando a los heridos de la corbeta. Este argumento calmó victoriosamente los últimos escrúpulos de los recalcitrantes.

Siempre has sido una hija buena y dócil dijo el general , y las excepciones no prueban nada. Pero vamos a otra cosa. Traigo a ustedes una noticia que no podrá menos de serles grata. La hermosa corbeta «Iberia», procedente de La Habana, acaba de llegar a Cádiz; conque mañana es probable que demos un abrazo a Rafael. ¡Qué afortunado es ese muchacho!

Palabra del Dia

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