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Pero Paulita había oido decir que para ir al pueblo de Isagani era necesario pasar por montañas donde abundaban pequeñas sanguijuelas, y á este solo pensamiento, la cobarde se estremecía convulsivamente. Comodona y mimada, dijo que solo viajaría en coche ó en ferro carril.

Oyeron en seguida el golpe de los talones del aldeano al echarse fuera de la cama. Rosa, que apretaba convulsivamente la mano de Andrés conteniendo el aliento, al sentirlo se estremeció fuertemente y exclamó con angustiada voz: ¡Madre del alma, que va a ser de ! Y ambos por un movimiento súbito se levantaron del escaño y dieron algunos pasos hacia la puerta.

De repente sufrió un fuerte ataque de tos que intentó ahogar llevando el pañuelo a sus labios rojos como la grana. Y luego sintió que desfallecía; pareciole que la ventana huía delante de ella, que el suelo se hundía bajo sus pies, y tambaleándose llegó a la cama, cayó boca abajo sobre ella, estrechando convulsivamente contra su pecho el pañuelo y la zapatilla.

Cada cual se explicará á su modo la rebelion de la hija demandando al padre ante la ley, para que no la ame como hija, sino para que la pague como criada; pero á me subleva semejante atentado contra las leyes del respeto, del amor, de la sangre. Mis sienes laten convulsivamente cuando creo ver á una mujer que se acerca a la sociedad, que anda preguntando el nombre del juez, que le pide auxilio, que le implora ... ¿con qué fin? Con el fin de que allí comparezca como reo el hombre desgraciado que la dió la existencia.

Muñoz temblaba, una nube oscureció violentamente las imágenes, se sacudió, habló en voz alta, para apartar de su alma los vestigios de la horrible alucinación. Quiso beber, pero se torcieron sus dedos, convulsivamente, sobre la copa diminuta, y el delgado cristal se quebró hiriéndole en la palma: la mano se agitó salpicando sangre.

Y Freya, como si le enterneciesen de un modo irresistible estos consejos, avanzó un brazo sobre los globos encorsetados de la doctora, apretando convulsivamente la diestra de Ulises. Entró un hombre de la edad de Ferragut, pero más bajo de estatura, menos endurecido el rostro por el curtimiento de la intemperie. Iba vestido á la inglesa, con escrupulosa corrección.

Al bajar la escalera, estrecha y oscura como boca de lobo, zumbábanle a Amparo los oídos y apretaba convulsivamente la carta, llevándola oculta bajo el mantón. La oprimía como oprimiría un puñal, con vengativo empeño y no sin cierto interior escalofrío.

El pañuelo arrastrado por el remolino de las cascadas, fué llevado á las malezas espinosas que se veían un poco más lejos en la superficie del agua. Mervyn fué á buscarlo, pero nos sorprendimos muchísimo al verlo de pronto revolverse convulsivamente, soltar su presa, y levantar la cabeza hacia nosotros arrojándonos lamentables aullidos. ¡Ah, Dios mío! ¿qué tiene? exclamó la señorita Margarita.