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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Los amigos, de un modo inconsciente, contribuían á llevar el desconsuelo á su corazón. Paca no abandonaba la idea de legalizar la situación de los amantes: las atenciones extrañas que ahora observaba en Velázquez la animaban á persistir, juzgándolo ya maduro para el caso; los compadres de la reunión, solicitados por ella, le prestaban ayuda. Así que, comenzaba á tocarse más á menudo que antes el punto del matrimonio en la conversación. El efecto que esto causaba en el guapo era cruel. Quedaba repentinamente sombrío, paralizado, y no pocas veces se le habían subido los colores á la cara, lo mismo exactamente que le pasaba á Soledad en otro tiempo.
Publicaban desconsoladamente sus nombres diversas letras compungidas, de cuyos trazos inferiores salían unos lagrimones que figuraban resbalar por el mármol al modo de babas escurridizas. Por tal modo de expresión las afligidas letras contribuían al melancólico efecto del monumento.
Sobre el rumoreo de las conversaciones, vibraba alguna fina risa femenina y él volvía los ojos para reconocer a la que había reído. A la sola idea de que Adriana estaba allí, tan cerca de él, un desfallecimiento corría por todo su ser. El aire de la sala, tibio, sensual, y el deslumbramiento de las luces, contribuían para enervarle.
No contribuían poco a asustarla las voces de los marineros, que para alentarse y vencer la resistencia de las olas a cada golpe de remo gritaban a un tiempo: ¡Aaaguanta!..., ¡aaaguanta!... Cada vez que sonaba esta palabra en el aire con ritmo brutal, Rosario exhalaba un grito de angustia; tanto que la vivaracha señorita de Mory, temiendo que se pusiera mala, dijo a los marineros: Señores, hagan ustedes el favor de no decir aguanta, porque esta señorita se asusta mucho.
Además, los gritos, al través de los muros, parecían de hombres que estaban de broma, a lo que contribuían no poco ciertos enfermos, que cantaban en sus momentos de crisis. La habitación de Pomerantzev estaba arriba, y su ventana daba al bosque.
Además, la numerosa corte del Príncipe Negro allí instalada definitivamente, había atraído á multitud de nobles ingleses con sus familias y servidores, elemento fastuoso cuyo entretenimiento, fiestas y grandes gastos contribuían no poco á la prosperidad de la noble villa del Garona.
Herido por doquier, desventurado sin reposo, la seguía constantemente y cuando eso no me era posible la echaba de menos desolado, maldecía a los que me disputaban su presencia y me desesperaba. Algunas veces me rebelaba sinceramente contra costumbres en las cuales me disipaba sin fruto, que no contribuían gran cosa a mi felicidad y me quitaban un resto de razón.
El ruido sordo de las ruedas del coche y el cascabeleo de las mulas contribuían a sumergirla en este arrobamiento. Cuando terminaron, quedó largo rato ensimismada. Por su gusto aquella oración no se hubiera terminado nunca. Pero el joven presbítero se había puesto el sombrero y miraba otra vez por la ventanilla. El paisaje se animaba bajo la claridad rosada de la aurora.
Contribuían no poco a que se formase este mal juicio las dos señoritas de la casa, cuyo prurito de señalarse entre las demás mujeres y de llamar la atención era harto extremado.
Eduardito y Olóriz daban pormenores a otros huéspedes recientes, que, enterados ya por los periódicos, me miraban con una curiosidad y respeto que contribuían a inflarme. Antes de concluir, Matildita vino a decirme al oído: Don Seferino, hay ahí una mujer que pregunta por usté con mucha prisa.
Palabra del Dia
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