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Actualizado: 22 de mayo de 2025
El bachiller respondió que, puesto que él no era de los famosos poetas que había en España, que decían que no eran sino tres y medio, que no dejaría de componer los tales metros, aunque hallaba una dificultad grande en su composición, a causa que las letras que contenían el nombre eran diez y siete; y que si hacía cuatro castellanas de a cuatro versos, sobrara una letra; y si de a cinco, a quien llaman décimas o redondillas, faltaban tres letras; pero, con todo eso, procuraría embeber una letra lo mejor que pudiese, de manera que en las cuatro castellanas se incluyese el nombre de Dulcinea del Toboso.
Sus mares sólo contenían peces. Eran hombres fríos, de pocas palabras, económicos, amigos del orden y de la jerarquía social. Su sobrino adivinaba en ellos el coraje del hombre de mar, pero sin jactancia ni acometividad.
La biblioteca estaba en el último piso; una gran sala, por cuyas ventanas entraba á raudales la luz del sol, viéndose desde ellas los montes inmediatos, verdes y limpios de niebla. Unos cuantos cuerpos de la estantería contenían diversas ediciones de clásicos griegos y latinos, encuadernados en pergamino.
Los tales cilindros de papel contenían, sin duda alguna, cierta materia que los colosos llamaban «tabaco». En otros tiempos lo guardaban en polvo dentro de cajas de concha; ahora lo comprimían en forma de cabelleras vegetales bajo una envoltura de papel. Vió cómo el rector, que indudablemente tenía también noticias de esto, daba explicaciones á los señores del Consejo.
Ya que no había que temer á los castigos, ¿para qué renunciar á la satisfacción de los apetitos? ¿Por qué imponerse privaciones respetando á los semejantes?... ¡A burlarse de nuestros antecesores, unos tontos que contenían sus pasiones por la esperanza del cielo ó el miedo al infierno!
Os afirmo por mi honor, que no; sabía que contenían un secreto de la reina, y ese secreto no me atormentaba; hubiera querido conocerle porque yo creía que la mujer á quien amaba... Mi supuesto tío tuvo la culpa de que yo creyese, por esas exageraciones, que aquella mujer á quien yo tanto amaba, era su majestad. Y sin embargo de que sentía celos, no leí aquellas cartas.
Los chicos se rieron del percance, hallando el castigo de Marroquín muy en su lugar. En cambio, el cura se puso cada vez más hosco, y comenzó a pasearse solo tosiendo y escupiendo a menudo y llevando la mano al bajo vientre. Cuando llegó la hora de la cena, no probó bocado; los alumnos se hacían guiños y contenían a duras penas la risa.
Nuestros personajes formaban en medio del salón un grupo compuesto de tres hombres y dos mujeres que hablaban con una calma y una corrección perfectas. Y, sin embargo, todos eran presa del terror ó de la cólera, sus corazones destilaban cólera y sus bocas contenían difícilmente las provocaciones y los ultrajes. Voy á cantar puesto que lo desean ustedes, dijo Jenny Hawkins. Colocarse, señores.
Mientras su caballo seguía galopando, él armaba el arco para disparar la peste. En su espalda saltaba el carcaj de bronce lleno de flechas ponzoñosas que contenían los gérmenes de todas las enfermedades, lo mismo las que sorprenden á las gentes pacíficas en su retiro que las que envenenan las heridas del soldado en el campo de batalla.
Las semillas, como pulpos en gestación, se preparaban á extender los tentáculos de sus raíces hasta los cráneos que pocos meses antes contenían gloriosas esperanzas ó monstruosas ambiciones. La vida iba á renovarse una vez más. El automóvil se detuvo. Corrió el guía entre las cruces, inclinándose para descifrar sus borrosas inscripciones. ¡Aquí es!
Palabra del Dia
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