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Actualizado: 17 de noviembre de 2025
Conmovida más profundamente de lo que hubiera deseado, permaneció largas horas despierta, gozando unas veces en hacer revivir los incidentes que le habían revelado la pasión de Juan, y desolada en seguida y llena de remordimientos ante la idea de lo que creía ser su defección respecto a Huberto. Muy adelantada estaba la noche, cuando le pareció oír gemidos.
Poco después se oyeron de nuevo las pisadas de Quevedo. Buscad mi candelero dijo con la voz conmovida la de Lemos. Y mi linterna contestó con un acento singular Quevedo. Ved que ésta es mi mano dijo la condesa. No creía que estuviéseis tan cerca de mí. ¡Ah! ya he dado con él. Ya he dado con ella. ¡Adiós, don Francisco! mañana me encontraréis todo el día en mi casa.
Y sus últimas palabras ya no se oyeron, pues se alejó con la cara oculta en el delantal. Isidro hizo subir en un carruaje de alquiler a la llorosa Feli, conmovida por los adioses de la gitana. Recordaba el joven los primeros tiempos de su amor, cuando vagaban por las cercanías de Madrid, ocultándose de las gentes. Desde entonces no habían ido en coche.
Y cuando la encontraba de acuerdo conmigo que sucedía con mucha más frecuencia que nunca hubiese esperado, cuando percibía en ella el eco completamente exacto, y como al unísono de la fibra conmovida que vibraba en mí, constataba una conformidad más de la cual me congratulaba como de una nueva alianza.
Sin embargo, me equivoco. Al pasar uno de ellos por delante de mí para arrojar un haz de leña al fuego, me dijo con voz baja y conmovida: ¡Ya ve usted, señor, que en nuestro oficio se sufren a veces muchas penas! ¿Qué es eso, tío Azam? ¿Una carta? Sí, señor... una carta que viene de París. ¡Y poco orgulloso estaba el buen tío Azam con que la carta viniese de París! Yo no.
Llorosa y conmovida he notificado a mi hijo la muerte de este joven poeta, lo mismo que si se tratara de una desgracia ocurrida en la familia. ¿No es, por ventura, la humanidad una misma familia? ¡Tal vez otro día, una madre temblando como yo, llorosa, anunciará a su hijo la muerte del mío!
No me atrevo a comprenderos, señor respondió el aya . Un favor, un honor semejante para una pobre sirvienta... Me habéis comprendido, Marta. Pues bien, hablaré claramente. ¿Queréis ser mi mujer y compartir mi fortuna? Dadme la mano y no agreguemos nada más. Marta puso su mano en la suya. Estáis conmovida, tembláis exclamó alegremente Mathys . Es natural, yo mismo tiemblo de alegría.
Luego que salió, ésta, que había estado contemplando con emoción reprimida el semblante descompuesto de su madrastra, conmovida por la bondad que respiraban todas sus palabras, se levantó del asiento y fué a arrodillarse delante de ella. Apoderóse de sus manos blancas y descarnadas y las besó con efusivo transporte de cariño.
Alzó la vista cuando me acerqué a él, y tomándome la mano, dijo con voz conmovida: «Gabrielillo, no me abandones. ¡A tierra! ¡Todos vamos a tierra!», exclamé yo procurando reanimarle; pero él, moviendo la cabeza con triste ademán, parecía presagiar alguna desgracia.
María de la Luz le escuchaba conmovida. ¡Huir de allí! ¡Dejar a la espalda tantos recuerdos!... De vivir el miserable que había causado la ruina de su familia, persistiría en su testarudez de mujer simple. Ella no podía ser de otro que de aquel que había robado su virginidad.
Palabra del Dia
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